José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


De (in)movilidad, (im)practibilidad y otras cosas

24/05/2021

Esta semana, queridos lectores, he tenido especialmente presentes dos palabras que en las últimas semanas están copando hasta el hartazgo los medios de comunicación toledanos: movilidad y practicabilidad. Y digo que hasta el hartazgo no porque no me importe que Toledo sea una ciudad con una movilidad adecuada y cuyas calles sean practicables, sino porque la vida diaria demuestra que las palabras son sumamente volátiles. Las solemnes y ampulosas declaraciones de nuestros munícipes en relación a estos temas y los castillos en el aire edificados mediante promesas de sostenibilidad, flexibilidad, apertura y dinamismo —palabras ómnibus, muy socorridas para usarlas con todo— empiezan a resultarme cargantes y me cansan no saben cuánto. Tengo la sensación de que la política municipal y el Mundo de las Ideas de Platón no se llevan especialmente bien. Y para que vean que hablo con conocimiento de causa, les voy a contar lo que he sufrido en carne propia esta misma semana.

Ya he escrito varias veces en este espacio que Toledo es una ciudad impracticable para el peatón y con una movilidad muy deficiente. Hace unos días, bajando por la calle Miguel de Cervantes, tropecé, caí contra un coche aparcado —si no está, voy al suelo— y me hice un esguince en el pie izquierdo, del que parece que estoy recuperándome. Mi caída no se debió a un fallo por mi parte, sino a que metí el pie en una de las ya típicas grietas y agujeros que son tan característicos del firme toledano. En el caso concreto de esta calle, si no te topas con una grieta, puedes igualmente acabar en el suelo, porque hay algunos tramos tan resbaladizos que son solo aptos para esquiadores de alta competición. Y si vas en coche, puedes tener un accidente si sales desde la plaza de las Concepcionistas, porque el espejo que refleja la calle Cervantes para los que suben hacia ella desde esa plaza está tan sucio y deteriorado que no se ve nada. Todo esto, por cierto, en un barrio y en una calle donde reside un gran número de personas mayores.

Este suceso que me ha ocurrido a mí, y otros tantos muy similares, ocurren en la vida diaria a mucha gente, que los padece día tras día con soberana paciencia y que son provocados por deficiencias que no han producido aún accidentes graves porque Dios no ha querido. Se me ocurren, en un primer pensamiento, la gran peligrosidad de los accesos a la rotonda del cementerio desde el paseo de San Eugenio y desde Lidl, donde confluyen hasta tres direcciones distintas —los que entran al cementerio, los que van hacia Lidl y los que van hacia San Eugenio— con un gran compromiso para la visibilidad; la falta de un espejo colocado en la Estación de Autobuses que refleje la bajada de Castilla-La Mancha a los que esperan en el ‘ceda el paso’ de la esquina del Hotel Mayoral, que tampoco tienen visibilidad suficiente sin sacar la parte delantera de su coche; o el grave peligro que comportan los grandes huecos que están dejando abiertos durante los arreglos de la calle del Comercio, donde muy fácilmente podemos caernos cualquiera por una mala pisada y con un resultado previsiblemente muy poco deseable.

Mientras a mí me hacían una radiografía y me ponían un vendaje en un hospital de la ciudad, se estaba presentando en FITUR el nuevo lema turístico de la ciudad: ‘Toledo, te miro y tiemblo’. ¡Qué razón tiene ese eslogan! Porque es mirar el estado de algunas calles, ya sea para ir a pie o en coche, y uno se echa a temblar y empieza a sentirse como si fuera de maniobras militares. De hecho, creo que la Concejalía de Movilidad debería plantearse crear una nueva señal de advertencia de peligro con la imagen de un tobillo y la inscripción 'Peligro: esguinces'. En estos ámbitos, Toledo es, cada vez más, una gymkhana hecha de desidias, presentes y también pasadas. Y transitar por algunos lugares de la ciudad está más cerca de una prueba del Grand Prix que de un agradable paseo por un casco histórico de una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Por lo tanto, se me hace imposible digerir las recientes declaraciones del concejal de Movilidad donde asegura que la movilidad en Toledo funciona bien, al igual que me parece un brindis al sol que el arreglo del firme de la calle Ancha sea la panacea urbana del momento. Que sí, que ha sido un muestrario de cementos y adoquines durante años, pero hay muchas más calles también turísticas y de mucho uso vecinal que necesitan arreglos, como puede ser la calle Reyes Católicos y su perpendicular San Juan de Dios. Por cierto, ¿se han dado cuenta de que en los arreglos de nuestra calle principal están arreglando la calzada pero están manteniendo las aceras antiguas? Esto se ve muy claro en las Cuatro Calles, en la acera semicircular que está entre Douglas y Tiger. No sé si tiene algún sentido o no. Quizá esté equivocado, pero yo, por más vueltas que le doy, no se lo veo. Y no les hablo ya ni del bolseo, ni de las muchas esquinas y espacios públicos concurridos por vecinos y turistas como las partes de arriba y de abajo de Puerta del Cambrón que están tomados por orines de animales bípedos y cuadrúpedos, ni de la colección de chicles pegados y ennegrecidos en el suelo, ni de las heces de perro que sus dueños no se molestan en recoger. Bien es cierto que esto último entra dentro de otros derroteros, pero de las Escobas de Platino y de la mala educación en los bípedos (i)rracionales ya hablaremos otro día.

Este lunes, amigos lectores, me doy con un canto en los dientes si los ediles encargados de todas estas ramas empiezan a pasearse semanalmente por la ciudad, barrio a barrio, con una libreta en la mano, anotando y fotografiando todos esos pequeños detalles. Y, si ya lo hacen, que lo hagan con más ahínco y llevando en su mochila una gran dosis de autocrítica. Esto no es cosa de partidos ni de ideologías, sino de celo y de gestión. Quede claro que mi intención no es polemizar con nadie, sino mostrar las deficiencias que los toledanos y nuestros visitantes viven cada día para ayudar a eliminarlas. Por supuesto, me hace falta la participación del Consistorio para ello. Yo les acompañaría con gusto, pero gracias a un agujero souvenir todavía me quedan días de recuperación para poder dar paseos largos.