María Ángeles Santos

Macondo

María Ángeles Santos


Patriarcas de otoño

27/09/2019

Sigo en Macondo, aunque haya cambiado de libro. No sé por qué esta estación triste y los últimos acontecimientos en la vida pública me han llevado a pensar en Zacarías, el dictador retratado por García Márquez en una de sus novelas más duras y más reales. El Otoño del Patriarca nos cuenta la vida y milagros-la muerte también- de un hombre cualquiera, de hecho, su nombre sólo se menciona una vez en todo el libro, que no conoció la tranquilidad, el amor, las relaciones humanas, los sentimientos más normales entre personas.
Toda su vida, hasta que la muerte lo encontró solo y sin insignias, fue una continua zozobra para conservar el poder. A costa de amantes, de amigos, de compañeros, de su propio país ¡Si hasta vendió el mar a los gringos! Y convirtió a su madre en santa, momento en que dejó también de ser suya. 
Pues eso, que el melancólico otoño de cielos grises y suelos ocres, además de llevarme al recuerdo me trae a la más desoladora actualidad. Al todo vale, a la perversa confusión entre política y poder que tanto sufrimiento de cuerpo y alma está causando en nuestros días. Hemos hecho coletilla del «todos son iguales» y «los políticos van a lo suyo». Y a fuerza de repetirlo lo hemos asumido, casi sin pensar en el significado real.
Pero el vaso no se llena nunca. Siempre cabe una gota más, otro punto de desesperanza. Un otoño más sombrío y más gris, que no queremos ni pensar.
Y que nos vuelve a enemistar con  el mundo, con ese mundo en el que no importan los principios, equivocados o no, en el que tampoco valen nada las personas, ni sus alegrías, ni sus miserias, si no son herramientas utilizables para llegar al poder. En el que la primavera de unos es el eterno otoño de otros, en el que unos cuantos, encerrados en el círculo de tiza del coronel Buendía impiden que nos acerquemos a la esperanza, a la ilusión, a la confianza.
La imagen del coronel en su círculo y la del patriarca aferrado al poder durante más de cien años, lleva  martilleándome todos estos días. Nuestros políticos se han trazado una burbuja no de tres metros, de tres mil años luz, y desde ahí dirigen nuestros destinos. Sin despeinarse. Ahora toca  no aparecer, ahora toca cambiar el nombre de las cosas, ahora toca engañar, o esconderse, o  mirar para otro lado, o sembrar incertidumbres, o ponerlo todo perdido de miedos. O reírse de nosotros, sin más.
Y fuera del círculo, en otoño perpetuo, nosotros. Haciendo por vivir, temiendo los fríos del invierno y una primavera sin brotes que nos lleve a otro verano sofocante.