Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


El año del cometa

10/07/2020

He buscado muchos cometas en las noches de invierno, pero éste ha llegado en julio, de madrugada, cuando la brisa consigue abrirse paso entre el calor de los ladrillos y el asfalto. Lo tengo delante de mi ventana. Sólo tengo que levantar la vista y mirar hacia el este, buscar a Venus y a Capella. Cinco de la mañana, aún no clarea, el cometa se levanta sobre la sierra de la Higuera. La ciudad duerme. Luces blancas en la lejanía de El Real de San Vicente, amarillas de San Román de los Montes, Reguerones y Serranillos. Algún coche pasa rápido. No hay trenes. Ni aviones en el cielo. Sólo satélites diminutos y rápidos que cruzan sin sentido el firmamento, alguna estrella fugaz y el brillo de la luna en menguante.
El cometa se llama C/2020 F3 Neowise. Pero es el cometa. Recuerdo al Halley cuando pasó en 1986. Entonces estudiaba en Maestría. Ha pasado mucho tiempo. El Halley volverá en el 2061. Ya no estaré por aquí. Recuerdo al Hale Bopp en 1996, creo. Pero lo recuerdo menos que al Halley. Pasó el cometa y comenzó el diluvio que rompió la sequía de los noventa. Pasó el cometa y se llenaron los arroyos y los ríos, salieron trampales en los caminos y empezó una época nueva. Los cometas vienen de muy lejos, brillan un instante, dejan su cabellera de polvo y cenizas, y se vuelven a convertir en una piedra de hielo sucio, gris y helada, errante en su destino.
2020 es el año del cometa. Un cometa intenso, que apunta directo a la Tierra, cola perpendicular, como los que relataban los astrólogos en el XVII. Rodrigo Zamorano, Cronología y reportorio de la razón de los tiempos: cometa Verú «muy largo y delgado, a manera de asador; anda cerca del sol, es horrible y espantoso, su naturaleza es mezclada de la de Saturno y Mercurio; corrompe los frutos de la tierra, y las mieses, significa muerte de reyes y de nobles, de Príncipes, grandes señores y ricos hombres».
El cometa sube ingrávido en el cielo de la madrugada. Hoy el viento del oeste ha arrastrado el polvo del Sahara, y el cometa trepa lento dejando abajo las últimas nubes. La semana que viene lo observaré vespertino sobre Gredos cuando el sol caiga. Cada cometa trae su tiempo, trae algo escrito, algo que se producirá, que será. Los cometas rompen la rutina del cielo y de la vida, traen un compás nuevo cuando bajan con descaro hasta el sol y se dejan ver desde la Tierra. Los antiguos lo sabían. Los antiguos sabían casi todo. Seguiré buscando al cometa cada madrugada, cuando canten los primeros gallos sobre las últimas huertas de Talavera, en los cielos limpios de este año extraño. El año del cometa.