Ignacio Ruiz

Cabalito

Ignacio Ruiz


Y si el turismo fuera social

16/12/2020

El desarrollo de políticas de turismo social realizado por instituciones públicas nacionales e internacionales, tiene 2 vías claramente diferenciables: una dedicada a la creación de herramientas de envejecimiento activo para aquellos colectivos de mayores, desfavorecidos o especificidades de los mismos; de otro lado, estas herramientas ayudaban a un sector muy estacionalizado en España a generar vías de sostenibilidad tanto del empleo, del negocio y de los sectores implicados en ello.
Las recomendaciones del Comité Europeo Económico y Social (2006) también invitaban a generar opciones de sostenibilidad para un sector económico transversal, gracias a las prácticas de turismo social.
Bien es cierto que este tipo de prácticas surgió para dar la oportunidad a los colectivos menos favorecidos para poder llevar a cabo viajes y conocer otros lugares alejados de su lugar habitual de residencia y que por motivos económicos o de movilidad física o dependencia, tenían unos recursos muy limitados para poderlo llevar a cabo.
Hoy en día, el turismo es el que tiene una clara dependencia. Depende directamente de sus clientes, que ya no pueden comprar. Dependen de sus viajeros, que no pueden viajar. Dependen de una movilidad que no les permite moverse.
El turismo social es una práctica turística abierta a diferentes colectivos que supone una importante inyección de empleos y de actividad económica interrelacionada con otros sectores económicos en los destinos turísticos, pero claro, si no hay nada, no se puede hacer tampoco mucho.
El turismo permite que muchas personas adheridas a diferentes tipologías turísticas puedan tener una actividad física y psicológica interesante para poder mantener una línea de envejecimiento activo, y las características de un colectivo senior, cada vez más abundante, de mayor longevidad y con mejores condiciones físicas y psicológicas no les dejamos salir de casa. No hay horas en el día, ni oportunidades patrimoniales para poder establecer turnos, oportunidades para que puedan salir de casa de manera segura.
Me ha dado por pensar, locamente, que lo que no hay es voluntad política por hacer nada hasta que las vacunas empiecen a llegar. Pero, pongámonos en el peor escenario, ¿y si las vacunas no funcionan tan bien como deseamos todos? ¿seguiremos encerrados en la cueva como osos en el invierno? O, finalmente, daremos un zapatazo a la puerta y saldremos adelante.