Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Monzones de junio

18/06/2021

Espero que llegue la tarde, que crezcan las tormentas y comiencen a descargar. Los vencejos barruntan la tormenta, y van acelerando su vuelo. Este año hay muchos menos vencejos, quizá ya se han cansado de volver. Quizá ya se vayan extinguiendo en su ruta de océanos y desiertos, y su huella en el cielo quede olvidada para siempre. Noto su ausencia, los echo de menos mientras crece la tormenta a mi espalda. Veo cruzar las cortinas de lluvia y algunas veces cojo la cámara y hago fotografías que, a propósito, siempre salen oscuras, dibujando sólo perfiles, brochazos de luz y el aroma de la tierra mojada que viene. Algunas veces capto la alegría de los aviones, alguna golondrina suicida… garabatos de alegría.
Algunas tardes bajo hasta la raya del embalse y me voy a nadar hasta que me canso. Entrepeñas guarda lo que queda del Tajo, entre el esmeralda zarco y los pececillos de plata que navegan junto a la superficie. Cerca de la orilla las corrientes arrastran agua fría. En el centro, el agua es cálida y acogedora. Nado hasta lo que fue la madre del Tajo, levanto en la memoria su traza, su relieve, tirando de los viejos topográficos. El muro del embalse queda a mi izquierda, al lado. Los chavales se quedan en la orilla, pero yo nado y nado hasta que no puedo más. Entonces me pongo boca arriba y observo a los buitres que pasan y van cayendo hasta la Boca del Infierno y la Entrepeña. Floto sobre la lámina del embalse, 66 metros de agua me sostienen. La pareja de halcones guarda su territorio junto a la presa, los contemplo en su ir y venir, dibujado el perfil sobre la tarde perfecta. Respiro. Se levantan las tormentas con la humedad del agua y trepan hasta abrazar toda la Alcarria, hasta las Serranías.
Espero las tormentas de madrugada. La siento llegar, abro las puertas y las ventanas y dejo que las cortinas vuelen, que el viento tire y revuelva los papeles, que los rayos llenen la habitación y la casa. Rayo me llama, se esconde bajo la cama. Contemplo la filigrana de rayos dibujando el perfil de la sierra de San Vicente, la aguada de Gredos. Y de repente la lluvia como un regalo. Pasan los monzones de junio como un bálsamo para la tierra, como un presente para el paisaje y los sentidos. Lluvia limpia y rotunda, perfecta.