Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Beethoven y los algoritmos

09/12/2021

El año 2020 no fue un año propicio para la celebración de conciertos musicales, así que el 250 aniversario del nacimiento en Bonn de Ludwig van Beethoven pasó sin que tuvieran lugar la mayor parte de las reuniones musicales preparadas para homenajearle. Sin embargo, las restricciones sanitarias no han limitado que con este motivo se hayan publicado artículos y estudios, tanto sobre su obra musical como sobre sus circunstancias personales.
Su enfermedad auditiva ha merecido particular atención, porque sigue sin confirmarse, tras los muchos diagnósticos y posibilidades clínicas que se han publicado a lo largo del tiempo, qué podría explicar su origen. Esta vez, otólogos, para festejar su nacimiento, se plantearon el estudio de la pérdida auditiva de Beethoven y los diferentes audífonos que empleó en su empeño por seguir componiendo música, cuyos resultados han publicado en la revista Otology & Neurotology.
Reúnen las evidencias que sirven para diagnosticar que Beethoven sufrió una hipoacusia fluctuante, severa y progresiva hasta su muerte que comenzó con dificultad para distinguir las palabras y oír ciertas frecuencias, lo que con el tiempo fue a más y agravó su sufrimiento con zumbidos de tinnitus y con reclutamiento auditivo. Prueba son sus cuadernos de conversación donde anotaba preguntas, y le escribían la respuesta, que, ahora publicados, ofrecen valiosos datos clínicos e interesante información sobre su vida y su panorama político. También lo es la amarga confesión de su desgracia, y de lo que intuía su atroz destino, en la carta a sus hermanos, desde su retiro en Heiligenstadt para recuperar audición sin éxito, en la que culpaba a esa tortura de su carácter desabrido y hostil.
Para un genio de la música como Beethoven, que componía desde la niñez, no sería el mayor de sus problemas no oír la música que tocaba porque la podría imaginar en su mente, lo verdaderamente frustrante sería no poder disfrutar de la expresión de su música por otros intérpretes ni escuchar composiciones ajenas. Se ayudaba de distintos artilugios, de los que hay una buena representación en el museo de su casa natal, que ahora se explican científicamente. Las trompetas para el oído de Johan Nepomuk Maëzel que canalizaban y amplificaban el sonido, la placa resonante del piano de Conrad Graf y la baqueta de madera que transmitía a través de los dientes la vibración sonora.
Beethoven solo completó su Novena Sinfonía, pero de la Décima, también encargada por la Philharmonic Society de Londres, solo se encontraron apuntes de algunas ideas y notas. Para celebrar el cumpleaños, un grupo de musicólogos, compositores y especialistas en inteligencia artificial se propusieron terminarla, diseñando un algoritmo que permitiera recrear el ingenio beethoveniano. El reciente resultado, no sin críticas, es un logro de la computación y ha servido para plantearse que la creatividad no sea exclusivamente humana. Si el proceso de la creatividad puede ser desentrañado por la neurociencia, no habría muchos impedimentos para replicarlo en un robot que no solo compondría música, sino que formularía relevantes teorías con las que resolver los problemas e incógnitas que nos afligen a los humanos.