Jesús Morales

Nada particular

Jesús Morales


El fuego y el talaverato

27/08/2019

Los últimos días con la terquedad de un reloj automático o de una mosca testaruda, se incendia alguna de las islas del Tajo a su cauce por Talavera, siempre por la noche y por lo visto siempre por mano del hombre. Es lo que hay. Desaparece el agua, pero siempre hay gente dispuesta a hacer calaveradas con una cerilla.
Odio citarme a mí mismo, pero reconozco que esto lo he anunciado en muchas ocasiones y escrito de sus causas; que nadie dude por un instante que lo que repito tanto es una verdad incontestable: no nos queremos, la mayoría de quienes viven en Talavera no sienten el mínimo cariño por ella, al contrario, parece que existe un malsano gozo en mancillarla, romperla, afearla, dañarla, acabar con sus atractivos si los tuvo alguna vez. Pensaba obsesivamente en todo esto cuando andando por los  mortificados jardines del Prado me topé con un hoja sujeta con cello a una pared del kiosco que puso el ayuntamiento para leer la prensa, eran unas rimas o aleluyas que de vez en cuando aparecen en los jardines talaveranos; se ve que el autor se conforma con esta manera modesta de dar a conocer sus trabajos.
Reconozco que amo la poesía  por lo que suelo ignorar estas inocentes rimas, aunque este no es lugar para juzgar el trabajo literario de Jesús Illescas, «el Talaverato»,  que es el verdadero nombre del autor y como firma, me llamó la atención que en el escrito el hombre coincidiera conmigo, y supongo que con muchos talaveranos, en el estado de atroz abandono de los jardines y la necesidad imperiosa de vigilancia seria, real y presencial lejos de la quimérica instalación de cámaras que ni siquiera se colocaron jamás, por cierto aunque los  responsables de la ciudad hace años que anuncian la instalación, tal cosa no se ha producido nunca. Nos toman el pelo. Ya Jaime Ramos anunció la instalación de las cámaras y seguimos esperando. Nos toman el pelo. Los jardines talaveranos necesitan vigilancia real, presencial, de guardas de carne y hueso y olvidar esa vigilancia ilusoria de cámaras de televisión, el afán destructor actual no se ataja con cámaras.
Tomo prestada a Jesús Illescas una rima de las que me encontré escritas: «El Prado tuvo un guarda, cuidaba del parque solo, hoy no habría suficiente ni con cinco Telesforos». Pues eso, demasiado odio.