Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Cuentas a corto plazo

15/09/2019

De todos los cultivos permanentes, el almendro es el de mayor expansión repentina entre los agricultores del país en los últimos cinco o seis años. Seducidos por precios que no da ni la aceituna, ni el aceite, ni la uva, ni el vino, este árbol ha logrado incrementar su potencial hasta las 801.000 hectáreas en el país, aunque solo 511.000 están de momento en producción. Su ciclo vegetativo, más lento que el resto, le confiere ese atractivo cuando uno quiere hacer ‘inversiones a medio plazo’, como si de un plan de pensiones se tratara especialmente entre los que abandonan el cereal de secano.
   En el caso del olivar, el potencial también va creciendo con la incorporación cada año de unas 60.000 nuevas hectáreas, la mayoría en sistemas intensivos o superintensivos y en regadío. A pesar de esta revolución silenciosa, algunos analistas aprecian cierta desaceleración por los bajos precios de las dos últimas cosechas que habrían frenado momentáneamente la fuerza con la que empezaron dichas plantaciones en grandes fincas. Así las cosas, según la encuesta de superficies del Ministerio de Agricultura (MAPA), el olivar español se acerca ya a los 2,7 millones de hectáreas de las que 2,4 están produciendo aceitunas y aceite.
La viña presenta un esquema similar. Atrás quedaron los años de arranque con los que la Unión Europea intentó ajustar la superficie para dejar de subvencionar excedentes y llevar al sector a un cierto equilibrio entre consumo interno y exportación. Las ayudas concedidas fueron una solución para tantos pequeños viticultores con parcelas de 2 hectáreas o poco más, alejados de planes comerciales cooperativos o privados. La decisión tenía también un carácter social por el perfil de los que se acogieron, la mayoría de avanzada edad.
Sin embargo, a día de hoy, la superficie de viña se acerca otra vez al millón de hectáreas gracias a las líneas de reestructuración de viñedo previstas en el Programa de Apoyo al Vino (PASVE), una de las mejor dotadas con fondos públicos. Ojo que hay 150.000 hectáreas que, según el MAPA, aún no han alcanzado toda su capacidad productiva.
Así las cosas, ¿qué pasará cuando la climatología sea favorable y respete el comportamiento y desarrollo natural de estos tres cultivos? Porque hasta ahora, la variabilidad de los últimos años lo único que ha dejado al descubierto ha sido improvisación y resignación cuando los precios se han hundido. Es el caso de estos meses de atrás. Ha costado mucho sacar adelante las cosechas y los sobrantes son ahora tan protagonistas como las mermas de los que se vendimia o lo que se se vareará a partir de noviembre.
Precisamente por las semejanzas productivas de exceso de vino, mosto y aceite con aquél 2013/14, y habiendo padecido bien las consecuencias, no había más tiempo que perder. De ahí que las respectivas interprofesionales se hayan remangado por fin para buscar el aval y la aprobación de las instituciones a esos futuros mecanismos de almacenamiento, retirada e incluso transformación en mosto o alcohol -en el caso del sector vitivinícola- para descongestionar los depósitos. Para estas nuevas recolecciones, llegan tarde.
Entretanto, ¿qué se está haciendo para encarar este escenario? Es cierto que algunas de las principales cooperativas están ampliando capacidad ya que a menos kilos, difícil es que vayan cuando fructifique todo lo nuevo. De hecho ya hay un suelo productivo que, yendo mal la climatología, está bien definido. Pero insisto, ¿y cuando venga bien o muy bien?