Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Galdós y Toledo

16/12/2020

«Cuando se llega en ferrocarril a la que, por una tradición en cierto modo irrisoria, se llama todavía ciudad imperial, no cree el viajero encontrarse a las puertas de la antigua metrópoli española, ni aun a las de un pueblo, clasificado por la administración moderna en la fastuosa categoría de las capitales de provincia». Así comienza Benito Pérez Galdós el ensayo ‘Las generaciones artísticas en la ciudad de Toledo’ en la ‘Revista de España’, escrito en 1870. Deja a la ciudad malparada. Pero aquí acierta el refrán de que no valen los buenos principios. Después la visitará y paseará detenidamente con su amigo el periodista y poeta Federico Balart Elgueta, que será quien se la descubra. Más tarde será su sobrino José Hurtado de Mendoza su compañero inseparable en la ciudad. El escritor se enamoraría de Toledo, vendría a ella con frecuencia y la convirtió en escenario de algunas de sus novelas, la principal ‘Ángel Guerra’. En ‘Memorias de un desmemoriado’, Galdós dice que empezó a escribir ‘Ángel Guerra’ recién llegado de un viaje por Italia, motivado por sus paseos por la calle de Toledo en la ciudad de Nápoles.
Galdós se hospedaba en el Hotel Lino, situado frente a la iglesia de las Santas Justa y Rufina, barato y tranquilo, como a él le gustaba o en la pensión de la calle de Santa Isabel de las hermanas Figueras y después en la finca de La Alberquilla, propiedad de su amigo Sergio Novales, ingeniero agrónomo dedicado a la agricultura, siempre le tenía preparada una habitación exclusivamente para él.  Por esa vinculación de Galdós y Toledo, Luis Buñuel rueda en Toledo su adaptación de Tristana, aunque la novela transcurre en Chamberí. En ‘Elogio y nostalgia de Toledo’, Marañón se acerca a la figura de Benito Pérez Galdós y a su comunión con el espíritu de la ciudad de manera acertadísima. El libro de don Benito ‘Toledo, su historia y su leyenda’ sigue siendo la mejor guía para conocer y entender Toledo.
Galdós fue propuesto para el Premio Nobel de Literatura los años 1912 y 1913, pero intelectuales y políticos españoles prepararon un boicot, enviaron cientos de cartas y telegramas a la Academia Sueca pidiendo que no se le concedieran el Premio, es más, impulsaron una candidatura alternativa, la de Marcelino Menéndez Pelayo, íntimo amigo de Galdós, para crear «una imagen de disenso» y joder, como nos cuenta Cánovas Sánchez en su magnífico libro ‘Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso’. Envidia. Somos así.