Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


La segadora

21/06/2022

Tal día como hoy, pero en 1831, a un señor en Estados Unidos se le ocurrió inventar la segadora. Se llamaba (el señor) Cyrus Hall McCormick, y a él se le atribuye el origen de la máquina que revolucionó, en gran medida, la forma de trabajar en el campo.
La segadora se volvió rápidamente popular. En 1842 se vendieron siete unidades y, dos años después, cincuenta. En 1884 se vendieron más de cincuenta mil. Exitazo por todo lo alto pero que, según las crónicas de la época, no le sirvió al tal McCormick para hacerse rico, porque perdió la mayoría de los juicios por la patente en los que se metió. Una pena para él, y para su familia.
Lo de hablar hoy en esta columna de la segadora, puede tener sentido y venir a cuento. Y no solo por la onomástica. Nuestro refranero -sabio como pocos-, nos dice estos días que, «sembrarás cuando podrás, pero por San Juan segarás».
De este refrán, de manera esquemática y sin pretensiones, podrían extraerse dos conclusiones. La primera es que estamos en la época del año en la que más máquinas -originarias de las segadoras-, vemos en las carreteras y campos. En nuestras carreteras y campos, se entiende. No en Ucrania.
Desde que comenzara la cruel e injusta invasión rusa, los agricultores ucranianos no han cesado en denunciar la destrucción -e incautación- de sus herramientas de trabajo, desde maquinaria agrícola o fertilizantes, hasta semillas y combustible.
Según la FAO, al menos el 20 por ciento del trigo plantado en Ucrania no será cosechado esta campaña, como consecuencia de la destrucción de las máquinas, las limitaciones de acceso o la falta de recursos para recoger los cultivos. Una auténtica desgracia para el planeta.
Como es conocido, Ucrania es uno de los principales graneros mundiales de trigo, maíz y aceite de girasol. Ver un campo con balas de paja recogida estos días debería llevarnos mentalmente a Ucrania, para no olvidar lo que pasa allí. Y, sobre todo, para pensar en cómo de mal lo vamos a pasar todos, si el grano que queda no sale pronto de ese país.
Hablábamos de conclusiones y aquí va la segunda. Si las segadoras hacen su trabajo, es porque meses atrás alguien también hizo el suyo. Se siega lo que se ha sembrado.
A quien haya sembrado y trabajado bien, le aguarda la tarea de recoger la cosecha lo antes posible para evitar el granizo o cualquier otra desgracia. Y sobre todo, le esperará la satisfacción del trabajo bien hecho. También, la recompensa de un sueño reparador por la dignidad de la labor realizada.
El sembrar lo que se recoge es un principio que también afecta a la clase política. Especialmente, a la que siembra odio y rencor. Cerca parece el tiempo en el que algunos políticos recibirán hiel en lugar de mies, como cosecha. Castigo por haber sembrado malas hierbas. Por sembrar y hacer germinar de nuevo, en nuestros campos y ciudades, rencor, resentimiento y división.
Atentos a las siegas del año próximo. 'Verdes las han segao', seguro que dirá alguien.