Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Las grandes crecidas de 1855

11/11/2020

El año 1855 fue un año nefasto para la provincia. Las grandes lluvias y nevadas de finales de enero y principios de febrero provocaron gravísimas inundaciones; todos los arroyos y ríos se salieron de madre.
Primero le tocó el turno a Toledo, la noche del 19 de febrero de 1855, debido a la fuerte crecida del Tajo, Toledo quedó como una ciudad-isla en medio del océano.  El nivel del agua subió cuatro varas, unos 3,348 metros. Un informador de la catástrofe relata por carta que «desde el puente de Alcántara hasta Aranjuez no se ve otra cosa que agua y las copas de los árboles altos». En la Vega Baja saltó el río por la margen izquierda y la inundó por completo, la Fábrica de Armas quedó aislada. Lo más dramático fue que todas las huertas quedaron arrasadas de cultivos y árboles y los animales que en ellas había fueron arrastrados corriente abajo, se dispusieron varios barcos para ir rescatando a los hortelanos que para salvar sus vidas se habían subido a los tejados de sus viviendas donde pasaron toda la noche en espera de socorro.
Los molinos harineros y batanes quedaron en su mayor parte destruidos y, en los días posteriores, el pan empezó a escasear porque los molinos de los pueblos limítrofes no podían abastecer a las tahonas de la ciudad de suficiente harina. Las diligencias que venían de Madrid con pasajeros y el correo se retrasaban seis o siete horas, ya que no podía llegar por el habitual camino de Aranjuez y lo hacían por el de Illescas. Los jornaleros iniciaron protestas ante la falta de trabajo y la consiguiente hambruna y el ayuntamiento para calmar los ánimos contrató a 300 para obras públicas en el Miradero y la Puerta del Cambrón.
En septiembre le tocó el turno a Talavera, como consecuencia de espectaculares tormentas caídas los días 9 y 10 la ciudad padeció la mayor inundación de que tenemos noticias en las crónicas, los informes a gobernación hablan de que «Talavera estuvo a punto de desaparecer», más de 100 casas sufrieron terribles percances y perdieron todos sus enseres, afortunadamente sólo murieron media docena de personas, pero en ganados, granos, vinos, ropas y muebles las pérdidas fueron incalculables. Durante mucho tiempo estuvieron habilitados dos conventos de la ciudad para albergar a las personas que se quedaron sin hogar.