Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Periodistas post-covid19

10/06/2020

Hoy los periodistas estamos en una nueva encrucijada, otra más.  La tormenta sanitaria remite, la crisis económica se vislumbra con absoluta claridad, muchos sectores se quedarán a medio gas como unas discotecas extrañas y distópicas donde el personal podrá entrar pero no podrá bailar. Pocos retos más profundos que el que afrontarán durante estos meses los discotequeros de todo el planeta.  Nos venderán un mundo extremadamente profiláctico donde tendremos que intentar ser felices. Y los periodistas lo seguiremos contando, aunque nuestro trabajo también recibirá su dosis de cambio, otro más. Ya ha cambiado durante estos días pasados en los que la comunicación  se ha revolucionado dentro de los hogares buscando modos y maneras nuevos que permanecerán. Aunque la esencia será la misma, y lo ha sido en el confinamiento.
Hemos sabido de historias bellas y trágicas. El rastro que ha dejado el virus a su paso por nuestra vida es de una intensidad colosal, aunque se ha hablado poco de nosotros, los periodistas a los que nos pegó fuerte la anterior crisis, junto con los obreros de la construcción. Proyectos interrumpidos, expectativas quebradas, pero se soportó y el papel, la radio y la televisión  han seguido existiendo en el océano de la digitalización total.
Volverá ahora de nuevo la incertidumbre en  un mundo en el que todo está  comunicado todo el rato pero  donde al periodista de oficio y vocación le cuesta encontrar su lugar  en el río revuelto de influencer, analistas espontáneos más o menos finos, y tertulianos borrascosos. Será el momento de reivindicar el oficio de contar y analizar. Ya se sabe lo qué ha sucedido al momento, muchas veces sin la intermediación del periodista, de manera que hay que buscar el fondo , el por qué, el contexto.
Otra vez la crisis, la incertidumbre y el temor a que nuestro barco se acabe de hundir,  y otra crisis que hemos seguido pegados  a una radio, la más fiel compañera, y también la más fiable. Siempre la más fiable en medio de la tormenta. La radio se está revalorizando de nuevo. La radio nunca muere y siempre revive de alguna manera. Estos días ofreciéndonos un equilibrio perfecto entre información y entretenimiento, combinando en dosis más precisas que otros medios el drama y la esperanza, lo tristemente necesario que debe ser conocido y la necesarias gotas de frivolidad que necesitamos para pasar bien el trago. La radio es la vida y la vida está en la radio. La mejor vida posible. Qué no se nos mueran nunca la fiel compañera, la más certera proyección de la información, la calida brisa que acompaña, siempre firme y segura, hasta las peores horas.
Sin embargo, he visto con pesar durante los días pasados de encierro cómo lo más destacado que tiene que ver con nosotros, los periodistas, no son las opiniones de analistas importantes o las grandes crónicas a pie de obra. No ha sido así,  no ha sido eso lo más importante de todo lo que pueda tener relación con la etiqueta ‘periodistas’ en la gravedad de la pandemia. Lo más importante de todo lo que tiene que ver con nosotros ha sido que una chica apareció ligera de ropa por el fondo de la habitación mientras el periodista Alfonso Merlos hacía unos comentarios. Resulta que la chica no era su pareja habitual y que los supuestos cuernos quedaron al descubierto mientras Merlos se conectaba con el programa. Para eso hemos quedado y esto es lo que a día de hoy tiene más ‘pegada’ irradiado desde  nuestro universo. Una auténtica pena. Pura portada de papel couché y apetitoso pasto para una ciudadanía desinformada aunque inundada en sus hogares, por tierra, mar y aire, con basura informativa a todas horas, información sin calidad y comentarios sin fuste. Será el momento de reivindicar el viejo armazón informativo que sigue estando en píe todavía en algunos medios.  Y ahí es donde tenemos que estar los periodistas, manteniendo nuestra bandera alta, contra viento y marea, en un terreno embarrado como nunca antes lo había estado, con las ganas de los principiantes y con el ahínco de mantener en forma un viejo oficio que a pesar de todo, y a pesar de los virus crecientes y pandémicos que le afectan, nunca dejará de existir porque forma parte de la propia naturaleza de las cosas desde el mismo momento en que el mundo decide ser cosa de todos, y por tanto requiere de la información y el análisis como toda maquinaria necesita un buen aceite para estar bien engrasada.