Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


El maltrato: no solo los jueces

17/05/2022

Día sí y día también conocemos la perpetración de delitos de violencia de género que, en ocasiones, terminan en la muerte de mujeres e incluso de sus hijos. Al hilo de la correcta aplicación de la ley, no puede mirarse al Poder Judicial como causante, por imprevisión, de resultados catastróficos por poner en la calle a maltratadores si los legisladores y gobernantes no le dan soportes jurídicos y pruebas. Respondo así a varios comentarios sobre el crimen machista reciente en nuestra tierra y la necesidad social de buscar un culpable sin mirarse mucho, que trataba la semana pasada.
El problema de los malos tratos es tan antiguo como la convivencia en familia y ha permanecido, primero tolerado y luego ocultado, por nuestras sociedades 'avanzadas'. Ahora no hay más episodios de violencia familiar que hace unas décadas, simplemente salen a la luz gracias a la concienciación social y a la persecución del aparato de justicia y de atención social del Estado. Una vez más, terminamos en lo mismo: sin la presión ciudadana bien articulada no se ataja el problema. Es cierto que algunos jueces deben ser algo más sensibles a la imposición de medidas cautelares ante denuncias fundadas de amenazas o malos tratos, pero es marcadamente complicado discernir caso por caso cuándo una situación es susceptible de imponer la medida de alejamiento y su mantenimiento en el tiempo, para prevenir sucesivas agresiones, especialmente aquellas que terminen con la muerte. La presión penal y social es de tal magnitud que, por fortuna, muchos maltratadores que matan terminan suicidándose acto seguido. Lo que pasa es que el daño ya está hecho.
Como ya están ustedes adivinando, terminaré señalándonos a todos como parte de la solución. En efecto: los vecinos, familiares y amigos que acuden a funerales y minutos de silencio deben de anticipar la lágrima a ese primer momento en el que observan una violencia o agresión de bajo nivel en sus conocidos, y proceder a 'meterse en líos', incluso con riesgo a perder relaciones con la víctima consentidora, y denunciar. Ya se puede hacer. No estamos en 1950. Antes nos dábamos la vuelta y nos alejábamos, pero ahora se mueve policía, fiscalía y servicios sociales. Finalmente, sería deseable la seriedad de la clase política, no instrumentalizando a las víctimas por su número, para arrojarlas en la cabeza del circunstancial adversario. Aunque no lo parezca, y quede hasta feo recordarlo ahora, los avances de España y su entorno europeo en este campo son enormes, cuando en medio mundo la violencia en la casa se produce en más de la mitad de las unidades familiares.