Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Naftalina

05/07/2020

El olfato es uno de los sentidos que mayor poder evocador tiene. Todos conservamos un mapa de olores que rescatan en nuestra memoria lugares, personas o sensaciones íntimas. Asociamos cada aroma a momentos ya vividos y de su mano los recuerdos fluyen fácilmente. En estas nostalgias hay espacio para lo bueno y lo malo, lo agradable y lo desagradable, lo que nos hace esbozar una sonrisa o lo que nos frunce el ceño. De entre estas segundas posibilidades, las antiguas bolas de naftalina usadas para preservar las ropas de los ataques de polilla ocupan un lugar destacado en esa carta olfativa que conformamos en el devenir diario.
Con el paso del tiempo, y debido a su composición química, esas esferas iban mermando hasta que se volatizaban en los bolsillos donde habían sido depositadas o de entre los pliegues de aquellas pesadas mantas guardadas en los armarios. En ocasiones, cuando volvíamos a usar estas prendas, amén de soportar durante días su inconfundible, fuerte y desagradable olor, encontrábamos entre ellas alguna diminuta “perla” blanquecina que aún no había desaparecido del todo.
He recordado aquellas persistentes bolitas al conocer que el Ministerio de Universidades ha publicado el borrador de un real decreto para derogar un reglamento de 1954, sancionado por el general Franco en el Pazo de Meirás, que regulaba la disciplina académica en el ámbito universitario. Aunque tal norma ha sido modificada parcialmente en las últimas décadas, aún mantienen vigencia algunos de sus artículos, considerando punibles hechos como «la insubordinación contra las autoridades académicas», «las manifestaciones contra la Religión y moral católica», «la incitación o estímulo de manifestaciones colectivas» o «las palabras o hechos indecorosos». Desde hace años, diferentes instancias, como la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas o el Defensor del Pueblo, han solicitado la revisión de tan preconstitucional norma, adecuándose lo allí regulado a la actual autonomía universitaria. Si el recorrido iniciado ahora por el Gobierno concluye con bien, con la aprobación de este real decreto decaerá otra de esas escaras franquistas, que de vez en cuando aún afloran en nuestro ordenamiento, persistiendo en recordarnos el rancio tufo a naftalina de aquella infausta dictadura que algunos, hoy, tanto añoran.