Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Señales desde la feria

27/09/2021

Uno de los fenómenos que probablemente mejor reflejen la casi normalidad que acariciamos, que aún se nos resiste sin que cejemos en el empeño tras declararse esta pandemia, tiene que ver con las ferias agroalimentarias. Son el principal escaparate donde nuestro campo exhibe todo potencial, su esfuerzo, su excelencia, el sudor con el que saca adelante las cosechas, y la pulcritud con la que cumple y asume las normativas de bienestar, trazabilidad o seguridad alimentaria más exigentes que haya en el planeta. A veces, en la Europa de los 27, en clara desventaja con respecto a lo que viene de fuera que pasa supuestos filtros sin problema y endurece la competencia bajo la presunta igualdad de condiciones.

Por todo, y aunque pudiera resultar anecdótica la coincidencia en el calendario -estos últimos días- de celebrarse al compás dos de los eventos más emblemáticos como son la Feria Internacional Ganadera de Zaragoza, FIGAN, o la vigésima edición de Expoliva en Jaén, solamente pensar en la liberación de poder viajar hasta ellas, o recorrer esos largos pasillos, representa casi una victoria que seguramente no esperábamos celebrar tan pronto. Porque hayas estado o no, o vayas a estar en las siguientes citas -ya queda menos para la Fruit Attraction, Amsterdam o para Fenavin-, el hecho significa mucho más que un respiro o un mensaje de optimismo para un sector que realmente nunca paró pero que vuelve a moverse en los mercados exteriores donde inició su expansión.
Para la mayoría es volver a levantar las estrategias que hubo que plegar en los almacenes para seguir creciendo allí donde, antes de irrumpir el coronavirus, habían empezado a explorar para encontrar oportunidades, o donde crecían imparables por el prestigio de sus cartas de producto tras la crisis de 2008.
Gracias ahora a la ciencia, a la vacuna, al buen hacer de nuestros sanitarios, el motor de esta economía agroalimentaria vuelve a coger revoluciones para tomar la única autopista que lleva hasta el cielo de la boca de los consumidores. Y así lo atestiguan las principales previsiones.
En aceite de oliva por ejemplo, salvo giro inesperado, saben los productores, los almazareros, las cooperativas, los industriales y los envasadores que desde el próximo 1 de octubre estrenan nueva campaña comercial con la inercia de un alto ritmo de ventas estos meses que dejan el segundo mejor balance por volumen de la última década. Saben además que la demanda mundial de esta grasa vegetal será otra vez ligeramente superior a la oferta, y eso garantiza un margen de rentabilidad que esperemos se reparta con mayor equilibrio entre todos los eslabones.
En el vino, la patronal bodeguera, la Federación Española (FEV) y la propia interprofesional OIVE hablan de muy buenas oportunidades de negocio en el exterior, ya veremos si también se recomponen los circuitos nacionales, al detectar una rapidísima recuperación del consumo hasta el punto de que las vendimias de todos los países productores de la Tierra arrojarán un volumen de 235 millones de hectolitros, sensiblemente inferior a lo que solemos beber a lo largo de un año. Las existencias apuntalarán el desfase.
En leche, el tirón imparable de la industria del queso hace que las cotizaciones sigan fuertes para asegurarse una producción suficiente y atender el capricho que durante un tiempo se concentró en los hogares por los confinamientos, pero que vuelve a la mesa de los restaurantes por las bodas, bautizos y comuniones. La vida también es celebrar.
Son solo algunos síntomas o señales que alientan a los sectores claves de nuestra despensa a buscar fuera de nuestras fronteras esa seguridad para vender. Y en eso también será importante no solo el ingenio y la agudeza de los gerentes y comerciales, sino el devenir de la geopolítica. En este sentido, el presidente ruso, Vladimir Putin, parece no querer enterarse, y ha vuelto a renovar otro año más el veto a las producciones europeas por las sanciones que le impuso la Comisión al meterse con Ucrania.
En Estados Unidos sin embargo, los cinco años de paz  que de momento han enterrado los aranceles de Trump hasta la firma de un acuerdo global, son la mejor pista para reanudar el vuelo allende los mares. De China -que hasta hoy revolucionó los mercados de las materias primas y la industria cárnica porcina- hablamos con más detenimiento otro día.