Igualdad en normativas, no en comportamientos

Leticia G. Colao
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El estudio 'La educación familiar en igualdad de género en tiempos de pandemia', de la profesora Vicenta Rodríguez, revela que los hombres siguen empleando menos tiempo en la esfera privada y que los estereotipos se repiten en la vida familiar.

Igualdad en normativas, no en comportamientos - Foto: Alberto Rodrigo

La pandemia y el confinamiento influyeron positivamente en el reparto de roles entre padres y madres y en el tiempo dedicado a la espera pública y privada aunque no ha llegado a consolidarse y el reparto de tareas dio nuevamente un paso atrás.

La igualdad en el hogar se verbaliza, hombres y mujeres somos siempre iguales, para todos, pero en la práctica los estereotipos siguen marcando un presente y lo que es peor, un futuro con algunas divisiones evidentes. El estudio 'La educación familiar en igualdad de género en tiempos de pandemia' de Vicenta Rodríguez, revela que en los modelos de aprendizaje «estamos avanzando en normativa pero lo más resistente al cambio son los comportamientos». El sexismo está presente en los modelos socializadores de las familias de Castilla-La Mancha, a la par que evidencia la ausencia de corresponsabilidad en los hogares.

La profesora titular de la UCLM en Talavera, Vicenta Rodríguez, también presidenta de la asociación 'En Equilibrio Verde y Violeta', explica que «sí que hay una expresión verbal aparentemente en que todos somos igualitarios pero cuando lo aterrizamos a nuestra realidad vemos cómo repartimos los tiempos y observamos que esa igualdad y corresponsabilidad o conciliación de la que verbalmente afirmamos que sí tenemos, no se da, porque hombres y mujeres hacen una distribución diferencial de su tiempo».

Así, las mujeres duermen menos y se ocupan de tareas relacionadas con el hogar y los cuidados; los padres, sin embargo, invierten más tiempo en su ocio y tiempo libre en relación las mujeres, y sobre todo en su trabajo.

El estudio de Rodríguez revela que el entorno familiar, como modelo socializador, presenta cierta perpetuación de modelos tradicionales divisorios en espacios públicos y privados. Y es que no es solo el decir que niños y niñas, hombres y mujeres somos iguales, sino demostrarlo. «Las criaturas pueden oír que somos iguales, pero debemos preguntarnos qué ven», indica la profesora. «Si a ello unimos lo que acontece en el exterior, son patrones difíciles de romper», añade.

La tarea de los padres en igualdad es fundamental. La primera tarea es la de conocer «cómo educamos y qué responsabilidad tenemos en la transmisión de esos valores igualitarios o estereotipados en nuestros hijos e hijas».

Confinamiento. La convivencia de 24 horas durante el confinamiento por el Covid fue clave en este ejercicio. Este momento podría haberse constituido como una oportunidad de cambio en los modelos socializadores familiares en igualdad de género, al imponer escenarios de vida anormales y espacios de convivencia compartidos en la mayor parte de las familias.

El estudio revela que sí ha habido mayor participación de los padres durante el periodo de obligada reclusión, pero esta estabilidad en la contribución, sin embargo, no se ha consolidado en la actualidad. Unos meses después, padres y madres continúan con una distribución de responsabilidades diferenciales, evidenciando que «los hogares son transmisores de modelos no igualitarios entre hombres y mujeres para sus hijos e hijas, enseñando lo que es propio y apropiado de los varones, y lo propio y apropiado de las mujeres».

«Tras el confinamiento, hemos ganado muy poco», indica Rodríguez, que recuerda que ni siquiera durante estos días se alcanzó la corresponsabilidad de tareas al 50%.

Lejos de ganar, las cifras demuestran una bajada del reparto de responsabilidades en el hogar por parte de los hombres, lo que a su vez significa un incremento para las mujeres. De ellas es la organización y planificación de tareas, la «agenda oculta» o sobrecarga mental que lleva a las mujeres a tener bajo su control y responsabilidad «aquellas acciones y tareas que son necesarias para procurar el bienestar de todos los miembros de la unidad familiar».

Igualmente, durante el teletrabajo, las diferencias eran evidentes. El trabajo del padre si era interrumpido cuando teletrabajaba, eran interrupciones vinculadas al propio trabajo productivo. Las de las mujeres, sin embargo, era por las necesidades de sus hijos, tanto de acompañarles en las tareas escolares como cuestiones afectivas.

La importancia de la educación en el entorno familiar es clave para cambiar los roles estereotipados de hombres y mujeres. «Hablar de igualdad y desigualdad es hablar de vida, cómo distribuyo 24 horas de mi vida y como lo hace mi pareja y así me encargo de modelar a mi criatura», explica la profesora.

En Castilla-La Mancha existe además una variante que hace más difícil esa igualdad real, al ser un entorno «particularmente rural». En este sentido, explica, «suelen ser más rígidos estereotipadamente» teniendo más trabajo con los padres «porque sí que se ha evidenciado que las madres tienen mayor sensibilidad a la igualdad que los padres».