Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Hortelanos en San Miguel

20/10/2021

Poco a poco, casi imperceptiblemente, vamos volviendo, tras el terrible zarpazo sufrido, a la vieja y entrañable normalidad. Con un deseo inusitado, recuperamos hábitos, costumbres, ritos, celebraciones. Es, quizá, la mejor señal, la rama de olivo en el pico de la paloma que anuncia el final de la catástrofe.
Hace pocos días tenía lugar uno de esos retornos. En San Miguel el Alto se celebraba, con la solemnidad acostumbrada, la ceremonia con la que el Gremio de Hortelanos inaugura el nuevo curso. Presidida por el arzobispo, que recibió la medalla que le corresponde como prioste del mismo, pudimos escuchar de labios de Juan Estanislao López, envuelto en la hermosa prosa poética que caracteriza a nuestro cronista del Corpus Christi, el desgranar  las actividades que, a pesar de las dificultades, ha podido realizar el Gremio a lo largo de este tiempo, en la que se incluye una importante labor social y caritativa. La lluvia que esa mañana acariciaba los muros de la vieja iglesia donde se venera la imagen del patrono, San Miguel, celebrado pocos días después de su fiesta litúrgica, revestida del cálido velo del veranillo homónimo, era un presagio favorable, anunciando la fecundidad rediviva que la naturaleza exhibirá tras los dorados del otoño y el gélido gris del invierno, cuando la tierra nutricia genere los frutos que se convertirán en alimento de los hombres.
Es de alabar el gran trabajo que el Gremio está realizando en la conservación de nuestro patrimonio toledano. El exterior de la iglesia ha sido restaurado, restañando las heridas que la incuria del tiempo y la barbarie ignorante de algunos desaprensivos le habían infligido. Pero en el interior esperamos pronto otra genial recuperación, la del órgano que, tras decenios en silencio, y gracias a la anónima generosidad de uno de los cofrades, será restaurado por completo, pudiendo ofrecer en poco tiempo la belleza de sus sonidos. Una recuperación que ojalá se extendiera a otros órganos de la ciudad y la provincia, muchos de ellos destrozados durante la terrible vorágine que se desató, teñida de fanatismo, odio, violencia e ignorancia, en aquel desgraciado verano de 1936. Recuperar ese patrimonio permitiría, por una parte, elevar la calidad de la música litúrgica, y por otra, extender el gusto por la gran tradición organística española. En Centroeuropa he podido asistir a magníficos conciertos de órgano en pequeñas iglesias rurales; sería maravilloso contar con algo similar a lo largo de nuestra provincia.
Es difícil, por tanto, ponderar la importancia que, para nuestro patrimonio material e inmaterial toledano, tiene tanto la existencia como la actividad del Gremio de Hortelanos. Y no es menor, como señaló el arzobispo, en un momento en el que la Doctrina Social de la Iglesia ha asumido el cuidado de la naturaleza como un elemento esencial, como indica el papa Francisco en su encíclica 'Laudato Si', su labor de solicitud por la casa común, la 'hermana madre Tierra'.