María Pacheco, toledana y 'Leona de Castilla'

José García Cano*
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El movimiento de las Comunidades, del que este año se celebra el V Centenario, deja a veces de lado y no valora como debe, el papel de María Pacheco como mujer, como líder y como representante del movimiento de las Comunidades en la ciudad de Toledo

María Pacheco, toledana y ‘Leona de Castilla’

María nació en Alhambra en el año 1496, ya que allí vivía su padre que ejercía el cargo de virrey y capitán general. Curiosamente María cogió el apellido de su madre ya que sus otras dos hermanas también se llamaban María. Es importante señalar la cuidada formación humanística de María, empapándose del ambiente humanista que la rodeaba. Fue testigo en el año 1500 de la conocida sublevación morisca ya que vivía en pleno Albaicín.

En el año 1511 se formaliza el compromiso de Juan de Padilla con María Pacheco, hija de don Íñigo López de Mendoza -el gran Tendilla- y perteneciente a una de las familias toledanas más influyentes de la época. Fue un matrimonio que se celebró el 14 de agosto de 1511, cuando María tenía solamente tenía 14 años de edad, aunque realmente se hicieron las velaciones entre Juan y María el 15 de enero de 1515. Para algunos autores la figura de Juan de Padilla, era la de un hombre fácilmente manipulable y no muy seguro de sí mismo. De ahí que se considere a María Pacheco como una verdadera protagonista –y al mismo tiempo líder- del conflicto comunero que se desató en una buena parte de nuestro país y sobre todo en Castilla. A Carlos V se le esperaba con mucho recelo a su llegada a España, ya que su política de ubicar en cargos importantes a sus cercanos y codiciosos flamencos, no fue precisamente el mejor comienzo para un buen gobierno. A ello se sumaba el desconocimiento de nuestra lengua, las leyes y costumbres y por tanto un rechazo generalizado al gobierno que iba a imponer nuestro nuevo monarca. De ahí que una buena parte de la población y, por ende, de los nobles, rechazaran de pleno las condiciones que imponía el monarca. El movimiento de las Comunidades, ampliamente estudiado y comentado por la historiografía moderna, deja a veces de lado y no valora como debe, el papel de María Pacheco como mujer, como líder y como representante del movimiento de las Comunidades en la ciudad de Toledo. De ella decía fray Antonio de Guevara, que entró cierto día en la capilla del Sagrario de la Catedral Primada y cogió la plata que allí había para pagar a los soldados y que después de rodillas, con las manos levantadas y cubierta de luto; un ejemplo de la decisión y el coraje que gastaba nuestra heroína toledana. En cierta crónica de 1681 se dice María sustentaba el bando de los Comuneros en Toledo «con tanto coraje como si fuera un capitán cursado en las armas», además hizo que su joven hijo, subiera a una mula para portar un pendón en el que había pintado a su marido degollado. También hubo quien la criticó y la señaló; se dijo de ella que había creído la profecía de una hechicera morisca en Granada, la cual le dijo que llegaría a ser reina.

Lo cierto es que María había gobernado Toledo en solitario hasta que don Antonio de Acuña, obispo de Zamora, llegó a la ciudad el 29 de marzo de 1521. Pocos días después fue cuando recibió la triste noticia de la muerte de su esposo en Villalar. Nuestra protagonista cayó enferma al recibir la noticia. Apenas las últimas palabras que el célebre Juan Bravo pronunció en el patíbulo donde se le dio muerte fueron dedicadas a su esposa, doña María Pacheco, cuando al quitarse un rosario y un relicario de oro, le dio a don Luis de Rojas: «Señor don Luis, dé usted este relicario a doña María, mi mujer, y dígale que ponga mejor recaudo en el ánima que ha puesto en el cuerpo». Seguidamente y pesar del dolor y la situación, cuando María aceptó la muerte heroica de su esposo y lejos de amedrentarse, vestirse de luto y esconderse en la más oscura de las habitaciones de su morada, disimuló su luto, su dolor y su tristeza, y sin avisar aun públicamente del fin de Padilla, se vistió convenientemente, colocándose por encima un manto de carmesí raso, recorriendo las calles de Toledo para luego refugiarse en el Alcázar donde se hizo fuerte. Desde este enclave toledano, que tantas historias ha protagonizado, María hizo pública la muerte de Juan y al mismo tiempo hizo llamar a los hermanos Aguirre, a los cuales se les dio muerte por orden de María, ante la traición que habían hecho hacia el movimiento comunero, al no entregar la cantidad de 5.000 ducados que se habían recaudado en Toledo, para ser entregados a Juan de Padilla quien los había solicitado para las gentes que se encontraba en Ampudia. Los cuerpos de los dos hermanos fueron arrojados por los muros del Alcázar y los muchachos llevaron sus cuerpos a quemar a la Vega, donde los mismos jóvenes echaron a pedradas a los miembros de la cofradía de la Caridad, quienes intentaron enterrar cristianamente a los citados Aguirres. La decisión y coraje de María ante la humillación de los dos hermanos, nos hace ver a una mujer decidida, valiente y que ante todo debía continuar la lucha por lo que consideraba justo y moralmente necesario, es decir el combate contra los imperiales. María desarrolló perfectamente las funciones que antes realizara su marido, como por ejemplo el nombramiento de capitanes o la traída de armas y artillería desde la localidad de Yepes. Gracias a María, la ciudad de Toledo no se rindió ante los soldados imperiales, consiguiendo que los nobles y vecinos que luchaban a su lado, no se entregasen y siguieran defendiendo la ciudad como así ella les instigó. En aquel contexto sucedió el famoso episodio en el cual María Pacheco llegó a apuntar los cañones del Alcázar de Toledo contra los propios toledanos que querían entregar la ciudad a los soldados del emperador.

Señalamos el día de San Blas del año 1522 como fecha del principio del fin de la presencia de tan valerosa mujer en las tierras de Toledo. Aquél aciago día María tuvo que abandonar la ciudad escapando a escondidas hacia Portugal; salió de Toledo sobre un asno, junto a su hijo y vestida con un traje de labradora para no llamar la atención y evitar así ser ajusticiada. Fue ayudada por su hermana María de Mendoza y por su tío Diego López Pacheco y II marqués de Villena. Terminó así sus días nuestra inquieta María Pacheco, desterrada y olvidada. Aún resuena por las calles de Toledo la crueldad con la que trataron a María y lo injusta que fue la vida con ella. Como ejemplo de ello la decisión de derribar hasta los cimientos las casas que fueron de Juan de Padilla y de María, para seguidamente arar el solar y sembrarlo de sal, ya que el suelo donde había nacido tan valiente líder comunero no podía volver a echar ningún planta, raíz o fruto ni incluso hierbas silvestres. Se colocó en el citado solar un cartel con un letrero que contaba su vida y triste fin. María no sería incluida en el perdón general que se dictó el 1 de octubre de 1522 y además fue condenada a muerte en rebeldía en 1524; afortunadamente el rey portugués -Juan III- hizo caso omiso a orden dada desde Castilla para ajusticiarla. Jamás conseguiría el perdón real tan ansiado y solicitado y moriría con 35 años en la ciudad portuguesa de Oporto en marzo de 1531, después de un intenso dolor en el costado, enterrándose su cuerpo en la catedral de esta ciudad. Desgraciadamente María tampoco pudo unirse en la muerte con el cuerpo de su marido Juan, ya que no fue concedido el permiso para trasladar sus restos desde Oporto hasta Olmedo, donde descansaba Juan de Padilla.

Podemos afirmar sin duda, que una mujer toledana en un contexto histórico agitado, convulso, como fueron aquellos años del siglo XVI, pudo poner en jaque a todo un emperador, al mismísimo Carlos V, titular del Sacro Imperio Romano Germánico de Occidente. María fue una mujer adelantada a su época, además de una inconformista y además perfecto ejemplo de heredera del linaje de los Mendoza; valiente, temerosa y sin que nada ni nadie se le pusiera por delante. Quizá el hecho de que el movimiento de las Comunidades perdurase en Toledo durante nueve meses más gracias a María, no hubiera sido tan doloroso para el emperador si lo hubiera protagonizado cualquier otro noble. Pero que una toledana, empuñara las armas, alzara la bandera comunera y dirigiera a casi toda la ciudad en contra del rey, fue algo inaudito e insólito que causó una tremenda humillación a Carlos V y a todo su imperial ejército. Un verdadero ejemplo como mujer y como persona: así fue María Pacheco.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.