Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Escila y Caribdis

08/09/2022

En la pasada columna les refería sobre los estrechos geográficos. Era a propósito de la pérdida de seguridad del comercio marítimo que supone el hecho de que se hayan convertido en cuellos de botella, no solo porque sea cada vez más elevada la densidad del tráfico de buques que circulan por ellos, sino porque son enclaves estratégicos vulnerables sometidos a los vaivenes políticos y a los conflictos entre países.
Escribiéndolo, recordé la fascinación que me causó atravesar por primera vez uno de ellos, el de Messina entre Sicilia y Calabria en un caluroso verano. Bueno, el primero fuera del territorio español, qué ya conocía el de Gibraltar con su apasionante historia desde que Hércules abriera un paso entre las montañas del non plus ultra. No hacía mucho que había leído a Homero en el colegio y estar en uno de los escenarios de las aventuras de Odiseo fue particularmente emocionante. Allí estaban, custodiando el paso desde sus promontorios, Caribdis en la costa siciliana que, sorbiendo y vomitando el agua del mar, generaba remolinos tremendos capaces de destrozar en segundos un barco y arrastrar su tripulación hasta el fondo del mar. Escila, terrible monstruo marino devorador de hombres con seis horribles cabezas, en la orilla calabresa.
El mundo de los clásicos griegos era una mezcla de fantasía y realidad donde los personajes históricos reales convivían con dioses, semidioses, monstruos, héroes con poderes sobrehumanos o seres sobrenaturales como ninfas, sátiros y sirenas. Protagonistas de historias y leyendas de su fascinante mitología con las que los antiguos griegos se explicaban el origen del mundo y la condición humana, se interrogaban sobre el bien y el mal, sobre el significado de esta vida y la otra o sobre los fenómenos naturales y, de esa manera, preservaban el conocimiento que había labrado el paso de las generaciones.
Por eso, sobre la Odisea, aunque se ha escrito de todo, hay teorías que apuestan por su naturaleza de carta náutica que encerraría los secretos de los antiguos griegos sobre las rutas comerciales hacia occidente. Así, estos monstruos solo serían una metáfora de las corrientes del estrecho que eran un verdadero peligro para aquellos navegantes. El mito advertiría de la necesidad de ser un gran piloto para actuar con rapidez y precisión, puesto que, para lograr salvarse de Escila, cabía acercarse demasiado a Caribdis y naufragar. Sin embargo, el astuto Odiseo superó el escollo, perdiendo seis de sus marineros entre las fauces de Escila, pero salvando al resto y a su barco del naufragio.
Hoy, tampoco es sencillo cruzarlo y, de vez en cuando, vuelve a la actualidad, como ahora con los fondos europeos de recuperación, transformación y resiliencia, el proyecto, con más de cuarenta años de promesas políticas a sus espaldas, de unir Sicilia con el continente mediante un puente, para salvar el estrecho de Messina. Con defensores que entienden que sería una buena alternativa al servicio de ferris que provoca grandes atascos en las dos orillas y con detractores que lo consideran insostenible en una región que tiene carencias básicas sin atender.