Jesús Fuentes

ÁNGULOS INVERTIDOS

Jesús Fuentes


Espumas

11/02/2022

No, no, no voy a comentar el documental espumoso sobre Georgina, la pareja de Cristiano Ronaldo, que parece que lo peta entre el personal. Prefiero – disculpen la frivolidad -  adentrarme  en el insondable escrito de la Confederación Hidrográfica del Tajo, que ha publicado este diario La Tribuna, sobre las espumas del Tajo. El texto apareció en el diario el jueves, 3 de febrero de 2022 y ejemplos de vertidos incontrolados en los números siguientes.  Cómo es habitual en otros meses y años, las espumas se acumulan en el cauce sucio y contaminado del Tajo. Según la CHT no «se ve una relación directa entre las espumas y vertidos de aguas residuales». Es lo que dice siempre. Baste una constatación histórica: cuando el río lleva las aguas limpias, no existen espumas. Y así fue durante siglos. Todo comenzó en aquel verano triste de hace cincuenta años en el que el Ayuntamiento tuvo que prohibir el baño en el Tajo. Desde entonces, las espumas no han cesado de aparecer, sea cual sea su causa o la estación climatológica.
En lugar de centrar el problema en la contaminación que padece el río a raíz de la incorporación de vertidos de afluentes, arroyos naturales y arroyos artificiales, el organismo de cuenca se dedica a teorizar sobre diversos tipos de contaminación. Por si lo ignoran, a las personas que trabajan en la CHT, les pagan los ciudadanos para garantizar un caudal de agua limpia y evitar cualquier tipo de vertidos que, por ejemplo, no tiene Aranjuez, donde pueden permitirse el placer de ofrecer a los visitantes un paseo fluvial maravilloso. ¿Se podría hacer lo mismo en el Tajo a su paso por Toledo? ¿Alguien se atrevería en los momentos álgidos de espumas  y, en ocasiones, de olores insoportables – pregunten a las gentes que viven próximos al puente de San Martin -  a ofertar un paseo en barco por el río?
Han transcurrido cincuenta años de la prohibición municipal del baño por contaminación. Más tarde llegarían los trasvases permanentes  de aguas  de cabecera, que presentan todos los indicios de no terminar nunca. El agua, bien escaso, en territorios de sequías intermitentes, no fluirá limpia por el cauce del Tajo hasta que no se controlen con rigor los vertidos y no se aporten más aguas de cabecera a su cauce. Y eso sin mencionar la llamada revolución verde o ecológica.