Juan de Mariana nació en Talavera de Reina en 1536, siendo su padre un deán de aquél lugar llamado Juan Martínez de Mariana y su madre Bernarda Rodríguez, circunstancias que condicionarían su niñez y posterior educación. Debido probablemente a que su padre era religioso, Mariana fue bautizado el 2 de abril de 1536 en el pueblecito de La Pueblanueva a 22 kilómetros de Talavera.
De muy joven partió hacia Alcalá de Henares para estudiar Filosofía y Teología y donde se empaparía del Humanismo de la época, en este importante centro académico y cultural, donde ya sobresalió por su inteligencia. En Alcalá ingresaría en la Compañía de Jesús gracias a su amistad con Jerónimo Nadal. Marchó a Simancas en 1552 siendo tutelado espiritualmente por el conocido Francisco de Borja. Al terminar su noviciado regresaría a Alcalá hasta terminar su formación. Posteriormente marchó a Roma al nuevo colegio jesuita fundado en esta ciudad, donde daría clases de Teología y donde destacaría de nuevo por su elocuencia y sabiduría. Tiempo después y tras su paso por otros destinos como Sicilia, llegaría al colegio de Cleremont en París donde se doctoró en Teología por la Sorbona. Precisamente en París, Mariana sería testigo de la conocida como matanza de San Bartolomé, cuando se dio muerte a los hugonotes, ya que se les había declarado herejes y por lo que posiblemente Mariana decidiera volver a España, aunque su estado de salud también influyera en el traslado; fue destinado a la ciudad de Toledo, residiendo en la Casa Profesa de los jesuitas, donde se dedicó al estudio y a la escritura, redactando obras de diversa índole, sobre todo de temática histórica. Gracias a su prestigio como Teólogo e intelectual, fue llamado en varias ocasiones por el Santo Oficio como censor, consultor y examinador sinodal, destacando su colaboración realizada en 1584 en el nuevo Índice prohibitorio y expurgatorio de libros.
Hay que destacar la que fue su principal obra, es decir la Historia General de España (Historiae de rebus Hispaniae libri XXV) publicada en 1592 y traducida al castellano en 1601, obra de referencia durante muchísimo tiempo para adentrarse en la historia de nuestro país, ya que comprendía el periodo desde la antigüedad hasta el reinado de los Reyes Católicos. Otra curiosa obra publicada en Toledo fue De ponderibus et mensuris, obra en la que Mariana estudia las medidas y pesos para áridos, líquidos y superficies, proporcionando los valores de las mismas y sus equivalencias hebreas, griegas, romanas y como no, toledanas. Juan de Mariana también tuvo su encontronazo con la Inquisición debido a algunas de sus publicaciones, como por ejemplo los Siete Tratados o la obra De monetae mutatione, ya que el propio Felipe III se veía acusado ante algunas afirmaciones de Mariana sobre la gestión económica o la cantidad de gastos superfluos que la monarquía realizaba. El rey Felipe IV le nombró cronista real en base a sus méritos, trabajos y publicaciones realizadas. Juan de Mariana falleció en la ciudad de Toledo el 16 de febrero de 1624 a la edad de 87 años, hace ahora 485 años, encontrándose su cuerpo depositado en la coqueta capilla del ochavo de la iglesia de los jesuitas o San Ildefonso en Toledo. Allí fueron depositados sus restos junto a los del padre Ripalda (Jerónimo Ripalda el autor del famoso catecismo) y los del padre Rivadeneira, en época del canónigo don José Aceves y Acevedo. Y en este momento (1924) es cuando sucede un hecho a caballo entre lo macabro y lo científico, ya que cuando se produjo el traslado de sus restos, don Manuel Castaños y Montijano -Presidente de la Comisión de Monumentos- pidió permiso al padre superior de la Compañía de Jesús, para «tomar prestado» el cráneo de Juan de Mariana con la idea de estudiarlo y compararlo con el verdadero retrato que de él se conservaba en el Museo Arqueológico (hoy colgado en una galería de la Biblioteca Regional en el Alcázar de Toledo). Cuando se comparó el cráneo con la imagen del cuadro, los expertos confirmaron que efectivamente se trataba de Mariana; «de frontal abultado, occipital prolongado, la bóveda sin una sinuosidad…», «características frenológicas de un hombre de gran talento». Del cráneo de Mariana se tomaron dos fotografías o placas, que el canónico don Ramiro Herrera realizó con cuidado y que incluimos junto a estas líneas. Algunas crónicas dicen que el cráneo del padre Juan de Mariana no fue devuelto jamás a la iglesia de los jesuitas junto a los demás huesos del insigne talaverano, dejando su cuerpo falto de esta parte vital de su anatomía. Sea cierto o no estamos ante otro de los múltiples misterios que envuelve la ciudad de Toledo y quién sabe si algún día aparecerá su cabeza en el lugar más inesperado.
*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo