Cuando los aplausos no bastan

M. Mejías y N. López
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Además de síndromes comunes al resto de la sociedad, muchos sanitarios deberán hacer frente a la aparición de trastornos como el estrés postraumático o el desgaste profesional

Cuando los aplausos no bastan - Foto: CARLOS JASSO

Sometidos a un estrés sin precedentes, muchos sanitarios deberán hacer frente a la huella psicológica que les dejará una pandemia a la que han combatido no siempre con los medios y la protección suficientes, obligados a tomar decisiones muy difíciles y con un alto nivel de contagios entre sus compañeros.

Diversos estudios alertan del impacto que la crisis del coronavirus dejará en los profesionales sanitarios tras haberse enfrentado a situaciones extremas en las semanas más duras de la pandemia, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) sitúa a este colectivo entre los grupos en mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental.

Expertos como el jefe de servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, Eduard Vieta, avisa de la posible aparición de trastornos como el síndrome del estrés postraumático o el burnout o desgaste profesional que les pueden afectar de manera heterogénea, en función de su nivel de exposición.

El también director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CiberSAM) explica que los sanitarios han estado sometidos a un «estado de tensión que se aguanta bien unos días, pero que cuando se prolonga en el tiempo deja huella».

Según un estudio publicado en la revista médica JAMA, realizado a partir de una encuesta a 1.257 profesionales de 34 hospitales de China entre los últimos días de enero y los primeros de febrero, el 50,4 por ciento reportó síntomas de depresión; el 71,5, de angustia; el 44,6, ansiedad; y el 34, insomnio.

En los momentos más críticos de la pandemia, destaca Vieta, se han enfrentado a dilemas éticos ante la falta de camas o respiradores y han ejercido un doble papel al tener que tender la mano a muchos pacientes en el final de su vida.

Una protección insuficiente, más de 50.000 compañeros infectados y el temor a una crisis económica que devuelve los fantasmas de los recortes son factores que, explica, se unen al «desborde» vivido.

También el miedo a un rebrote, que produciría «un fenómeno de indefensión y frustración», con unos trabajadores «muy vulnerables a nivel psicológico»: «Si viene otra oleada de COVID-19 va a ser muy frustrante. Pensar que lo teníamos y se nos escapó».

Aunque profesionalmente podrían afrontarla, Mónica Pereira, psicóloga experta en emergencias que atendió a víctimas de los atentados del 11-M, advierte de que «no serían capaces de volverse a enfrentar a la falta de protección y recursos asistenciales, al ‘voy a ponerme en riesgo para nada’».

Desde el otro lado del teléfono de atención abierto por el Colegio de Psicólogos de Madrid, Pereira ha escuchado en las últimas semanas la voz de unos sanitarios «muy muy afectados», trabajando en plena «medicina de guerra», culpables, decían, por no poder atender a todos los pacientes. Algunos llegaron a sentirse «estigmatizados», alerta esta psicóloga, que escuchó cómo un paciente no entendía que su vecina, tras aplaudirles desde su ventana, se alejara de él en el supermercado, dejándole una «sensación de apestado».

El sanitario, explica Pereira, es un sector reacio a pedir ayuda, con gran capacidad para centrarse en su trabajo. El problema llega cuando se quitan la bata y no puede dormir, tiene pesadillas o conductas obsesivas, por ejemplo en los rituales de limpieza al llegar a casa.

El burnout laboral

Además de síndromes comunes al resto de la sociedad, como el duelo patológico por perder a un ser querido sin poder velarle, Vieta alerta de otros que podrían afectar a los sanitarios, como el burnout o desgaste profesional. Se trata de un cuadro depresivo, marcado por la apatía y la frustración, que tiene su origen en el trabajo; en este caso marcado por la falta de medios y con la crisis económica como posible acelerador: «Los recortes son una fuente de burnout impresionante».

También augura estrés postraumático, sobre todo en sanitarios que han estado en primera línea o que han visto morir a personas a las que no han podido atender como hubiesen querido. Este trastorno, explica, se manifiesta con síntomas de ansiedad y flashbacks, imágenes de la situación de máximo estrés vivida que regresan aunque no quieras.

Mónica Pereira detectó, a través del teléfono de atención psicológica, la aparición de los primeros síntomas de este síndrome en las semanas de mayor saturación, cuando los sanitarios se quebraban y presentaban problemas para desconectar o imágenes intrusivas tras trabajar en condiciones muy complicadas. En las primeras llamadas no se hablaba de la falta de medios, se asumía que no los había; pero según avanzaban los días se notaba el «enfado» al sentirse desamparados por las autoridades. Cundió un «efecto de descreimiento: no se fiaban de los aplausos; nos felicitan, pero no nos cuidan».

Pereira destaca un estudio realizado en Canadá tras el brote del SARS en 2003, que reveló que los sanitarios que habían estado más expuestos mostraban, entre 13 y 26 meses después, índices más altos de burnout, angustia y estrés postraumático que sus colegas.

Los expertos recomiendan buscar estrategias para desconectar, superar el estigma que aún acompaña a los trastornos mentales y sobre todo pedir ayuda. «Tienen que saber que pedir ayuda les hace más humanos», señala Pereira.

Si la petición la realizan varios profesionales «entenderemos que es un problema de todos» y «los centros pondrán recursos», añade Vieta, que cree que la mejor forma de cuidar su salud mental «es que trabajen en buenas condiciones».