Fernando Díez Moreno

Política y Humanismo

Fernando Díez Moreno


Sentimiento e identidad

28/02/2022

El Estado del bienestar es una conquista de lo que llamamos mundo occidental. Por tal entendemos una enseñanza pública gratuita para quien la elija; una sanidad también gratuita para quien la necesite; un sistema de pensiones, que siempre serán insuficientes mientras el sistema de reparto no  sea sustituido por un sistema de capitalización; y unos servicios públicos eficaces y eficientes, entre otras cosas.
Los políticos no suelen anunciar mejoras en el Estado del bienestar porque tiene escasa repercusión a efectos electorales. Ahora es mucho más rentable apelar a los sentimientos y a la identidad.
Pongamos algunos ejemplos. China habla de «cien años de humillación por las potencias occidentales» (se apela al sentimiento de orgullo nacional). Rusia quiere ser tratada como superpotencia, como cuando era la URSS (apela al sentimiento histórico-nacionalista). Polonia quiere que su Constitución esté por encima de las normas de la Unión Europea (apela a un sentimiento de superioridad nacional). El Reino Unido se separa de Europa con el Brexit apelando a un sentimiento de independencia. La mitad de Cataluña o el País Vasco busca independizarse de España (apelan a sentimientos independentistas). En estos casos, y otros muchos, apelar a los sentimientos es más rentable electoralmente que prometer mejoras en el Estado del bienestar.
Es curioso constatar que en España se habla mucho de los sentimientos nacionalistas y separatistas, pero nadie habla de los sentimientos de los que somos partidarios de la unidad de España, de cómo sentimos España, de cómo amamos a España.
Unido a la cuestión de los sentimientos está la de la identidad, cuando no fusionado. Se plantea, generalmente en minorías, pero es también aplicable a los ejemplos que acabamos de poner. En todos ellos late el sentimiento de que la identidad de esas naciones o regiones, o de tales minorías, no es reconocida, o ha sido agraviada, o ha sido ignorada, lo que engendra demandas de reconocimiento público de la dignidad del grupo en cuestión. Un grupo humillado que busca la restitución de su dignidad tiene más peso emocional que la promesa de una ventaja económica.
En las minorías los ejemplos son abundantes: los inmigrantes, los negros (especialmente en USA), los gais, los feministas radicales, los ecologistas también radicales, los antisistema, las minorías LGTBI, el movimiento 'black lives matter', o el movimiento 'me too', etc.
La política de identidad abarca gran parte de las luchas políticas de nuestro tiempo: revoluciones democráticas, movimientos sociales, nacionalismos, islamismo, primaveras árabes. Y ello es así porque la motivación humana va más allá del sencillo modelo económico de búsqueda de una mayor riqueza y bienestar. La sicología humana es más compleja que el modelo económico, porque los agravios económicos se agudizan cuando se une a sentimientos de humillación y falta de reconocimiento.
Frente a la política que alienta los  sentimientos y la identidad, el humanismo cristiano opone las ideas de la racionalidad, esto es, del sentido común y los principios de la democracia liberal moderna de libertad y de igualdad. La libertad supone una limitación del poder del Gobierno y una participación activa de los ciudadanos mediante el sufragio. La igualdad, especialmente la igualdad de oportunidades, supone un compromiso con la nivelación económico-social sustantiva.
A veces se sostiene que libertad e igualdad son incompatibles. Si hay libertad, necesariamente se producirá la desigualdad. Y la igualdad solo puede conseguirse suprimiendo la libertad. Así en la economía de mercado, por cuyas reglas nos regimos,  la búsqueda del interés individual crea desigualdades de riqueza por la distinta capacidad de la gente y su distinta disposición al sacrificio y al esfuerzo. La solución no es una libertad absoluta (capitalismo salvaje) sino una libertad regulada y controlada. El intento del comunismo de establecer la igualdad suprimiendo la libertad, terminó en rotundo fracaso.