Roca Barea cierra un ciclo en el Museo Sefardí

A.D.M.
-

La polémica ensayista cerró el ciclo 'La isla de las voces', programado por el fallecido Santiago Palomero. Con él, manifestó Carmen Álvarez, la nueva directora del Museo Sefardí, finaliza el Laboratorio Multicultural Francisco Márquez Villanueva

Roca Barea cierra un ciclo en el Museo Sefardí - Foto: VÁ­ctor Ballesteros

La palabra «marrano», tan cotidiana en España como poco conocida en origen, procede del hispanoárabe muharrám, y esta del árabe clásico muharram, «declarado anatema», es decir, prohibido. «¿Y qué había más prohibido que el cerdo para los judíos...». Elvira Roca Barea pronunció en el salón de actos de Roca Tarpeya la conferencia Hispanofobia y antisemitismo, con la que concluye el ciclo La isla de las voces. Diálogos foráneos sobre las Españas, organizado por el Museo Sefardí. Se trata de la última propuesta organizada por Santiago Palomero antes de su fallecimiento -el año pasado- y del ciclo que cierra diez años de exitosa actividad por parte del Laboratorio Multicultural Francisco Márquez Villanueva.

Elvira Roca, polémica autora de Imperiofobia y leyenda negra (Siruela, 2016), representa un espíritu de confrontación tan probablemente discutible como impulsado en su momento por el propio Palomero, quien sin duda pretendía con su invitación espolear el debate por encima de otras consideraciones. Merece, por tanto, ser considerada la última programación del anterior director antes que la primera de su sucesora oficial desde hace escasos días, Carmen Álvarez Nogales, con quien el MuseoSefardí inicia nueva etapa.

La investigadora planteó el antisemitismo supuestamente atribuido a los españoles como «una forma más de hispanofobia», probablemente de las más sutiles y «menos frecuentadas». También una de las más paradójicas, añadió, dada la consideración en buena parte de Europa, durante la Baja Edad Media, de la práctica generalidad de los españoles como «marranos». Uno de ellos, el propio Rodrigo Borgia, calificado de «marrano circonciso» por su principal enemigo y sucesor, el belicoso Giuliano della Rovere. 

Roca Barea -en cuya disertación se echaron de menos reflexiones sobre otra singularidad característicamente española, la de los conversos- señaló que en la Península fueron comunes los ejemplos de tolerancia y colaboración con los hispanojudíos, tales como la Biblia de Alba o la figura de Abraham Zacuto, estudioso de la astronomía en Salamanca. La ensayista se preguntó por qué ha sido precisamente la expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón la que ha alimentado centenares de estudios cuando éstos en realidad sufrieron la misma suerte en la mayor parte de territorios europeos, hasta el punto de que «no hubo en el Viejo Continente un metro de tierra libre de antisemitismo». Precisamente en Toledo -donde esta etapa ha sido estudiada por historiadores tan solventes como Ricardo Izquierdo, Fernando Martínez Gil o Miguel Gómez Vozmediano-, Barea no mencionó la presión a la que los descendientes de aquellos judíos fueron sometidos en el siglo XVI por parte de figuras como el cardenal Silíceo.