Una vuelta de tuerca al calendario escolar

EFE
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Cantabria fue pionera, Asturias parece querer emularla y cada vez son más las voces que apuntan a la necesidad de menos descanso en verano y parar cada siete semanas lectivas

Una vuelta de tuerca al calendario escolar

La vuelta al cole ya está aquí un año más. En casi todos los centros del país se volverán a ocupar las aulas con el calendario habitual de trimestres, evaluaciones y sus correspondientes vacaciones, pero ya hay voces disonantes en lo que a este tradicional calendario se refiere.

Cortar el largo descanso estival de los alumnos españoles y repartir el resto de los períodos de vacación de manera más equilibrada es la fórmula que propone el investigador y profesor Daniel Gabaldón para racionalizar el calendario escolar del país y acercarlo a la tendencia europea de jornadas menos intensas.

Gabaldón, profesor del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Valencia, está especializado en horarios y calendarios escolares y es autor de la Guía sobre tiempos escolares, donde hace un estudio comparativo de 32 países europeos. En una entrevista desde Estonia -en cuya Universidad de Tallin está realizando una estancia de un año para seguir formándose sobre el uso del tiempo- explica que en nuestro país, al ser la carga lectiva superior pero el número de días lectivos inferior a la media de la OCDE, esto se traduce en jornadas lectivas más intensas.

Se une a ello que este país está en el grupo de las naciones con unas vacaciones estivales más largas. La tendencia internacional va en la dirección opuesta: en vez de concentrar las semanas de descanso, se acorta el descanso estival y se reparten los períodos no lectivos de modo más equilibrado.

Cantabria es la única comunidad autónoma que sigue la pauta europea y hace seis años decidió que sus alumnos tengan una semana de vacaciones cada dos meses. Desde su implantación, la medida ha generado críticas entre las organizaciones de padres y apoyo de los profesores y Asturias ya ha empezado a emular el modelo.

Así, en esa región, el curso comenzará el 8 de septiembre en Infantil y Primaria y un día más tarde en ESO y Bachillerato. Habrá 175 días lectivos con cinco períodos lectivos y cuatro de descanso.

En la vecina Asturias, se conservan las dos principales fases vacacionales de Navidad y Semana Santa y se incluyen dos lapsos de respiro de cinco días cada uno y uno de cuatro en mitad de los dos primeros trimestres, que son los más extensos.

«Hay que romper la idea de asimilar las vacaciones escolares con las laborales», subraya Gabaldón, quien aboga por acabar el curso a finales de junio y retomar las clases a primeros de septiembre. «Esto nos daría más juego para repartir la jornada, es decir, para tener unas vacaciones estivales más razonables; ocho o nueve semanas ya es bastante tiempo».

Parar la actividad en la escuela cada siete semanas «está funcionando muy bien» en Europa, en donde la mayoría de países hay siete días sin clase a finales de octubre, a continuación las dos semanas de Navidad y una semana en febrero (equivalente a nuestra Semana Blanca), añade el profesor de Sociología. «Se trata de acercarnos a la media europea de días lectivos e incrementarlos algo; eso va en beneficio de los alumnos porque tienen días menos intensos y más tiempo para dar la materia y también es positivo para los profesores, que tienen más jornadas en las que poder desarrollar las tareas con los estudiantes», explica.

A las familias este ajuste «les va a dar un poco igual porque al final van a tener que tirar de las Ampas, de actividades etc. Su interés principal tiene que ser los hijos y la conciliación no debería verse perjudicada. E incluso elevar los días lectivos les va a facilitar la conciliación, porque habrá menos días en los que tengan que buscarse un arreglo».

Efecto en las rentas bajas

Argumenta que numerosos estudios de la OCDE reflejan que «el parón del verano afecta mucho más a los niños de rentas bajas, con un planteamiento de mucha más televisión y estar encerrados en pisos y en los que el efecto olvido es más dramático. La clase media y alta se organiza de otro modo y sus hijos hacen cosas más estimulantes».

Según el investigador, una mayor carga lectiva y, sobre todo concentrada, no garantiza mejores resultados académicos.

«Lo que hemos aprendido de nuestros estudios es que los modelos que mejor van no son los más intensivos en horas sino aquellos que adaptan el aprendizaje a la idiosincrasia del alumnado. No es lo mismo un niño de 1º que de 5º de Primaria. Damos por hecho que todos los niños de esa etapa tengan las mismas horas de clase. ¿Eso por qué? En Estonia o Finlandia tienen más horas de clase conforme van creciendo».

En su opinión, el colegio tiene que ser «algo interesante en el que niñas y niños tienen que disfrutar, donde se dinamice el aprendizaje y los alumnos se enganchen al conocimiento. Lo que no puede ser es que vivamos el entorno escolar como algo pesado y poco motivador».

En línea con Europa, el profesor aboga por avanzar hacia una mayor flexibilidad para impartir los contenidos de modo que «permita romper la rutina de cada 50 minutos una clase distinta; no tiene sentido pedagógico, pero es lo imperante hoy: la fragmentación», determina el experto.