Carmen Álvarez: «Trabajó hasta casi el último momento»

A.D.M.
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La conservadora del Museo Sefardí recuerda al director a quien acompañó durante la última década. «Su pérdida es difícil de asumir», explica, acordándose también de Alfredo Mateos

Carmen Álvarez: «Trabajó hasta casi el último momento» - Foto: David Pérez

De todas las personas a las que la muerte de Santiago Palomero ha dejado un poco más huérfanas es de destacar Carmen Álvarez Nogales, conservadora y responsable de comunicación del Museo Sefardí. «Se presenta un futuro en el que por ahora prefiero no pensar», explica, consciente del tándem formado con el director del centro a lo largo de la última década. «Es prácticamente toda mi experiencia profesional, así que su pérdida es difícil de asumir». Asimismo, es consciente de que hace apenas semana y media falleció en Madrid otro de los puntales del Museo Sefardí, Alfredo Mateos Paramio, coordinador del Laboratorio Multicultural Francisco Márquez Villanueva, vertebrador de algunos de los mejores ciclos de conferencias celebrados en Toledo a lo largo de estos últimos años y cuya repentina muerte, con apenas cincuenta años, había afectado mucho a Palomero.

«Santiago fue mi maestro, una persona insustituible, que delegaba en mí la parte más burocrática del museo, que es precisamente la que a él menos le interesaba». La conservadora del Museo Sefardí opina que era «sumamente creativo», alguien que adquirió una enorme experiencia durante su etapa al frente de la Subdirección de Museos. «Puso en marcha Ibermuseos, apoyó la creación del Laboratorio de Públicos -nadie hasta entonces se había preocupado por hacer un estudio sobre el público de los museos españoles- y vivió de primera mano la creación y reforma de museos de provincias tan importantes como los de la Aduana de Málaga y Santiago».

En Toledo, Carmen Álvarez Nogales recuerda también su «gran capacidad de trabajo», su eficacia, su manera de resolver conflictos. «No le gustaba perder el tiempo». La investigadora extremeña cree que el tándem fue similar al que Santiago Palomero formó con quien había sido su antecesora al frente del Museo Sefardí, Ana María López Álvarez (†2017) -a la que el museo homenajeó con un concierto hace menos de un año-, «los dos muy distintos pero yendo en una misma dirección, y con el apoyo de una tercera persona, que fue Juan Ignacio de Mesa», antiguo gerente de la Real Fundación de Toledo y presidente de la Asociación de Amigos del Museo Sefardí.

Carmen Álvarez: «Trabajó hasta casi el último momento»Carmen Álvarez: «Trabajó hasta casi el último momento» - Foto: ï»David Pérez

«Jamás dejó de trabajar. El trabajo formaba parte de su vida, convirtiéndole en un gestor único. Hablar del Museo Sefardí es hablar de Santiago Palomero».

 

De Mesa: «Uno de los mejores profesionales del mundo de los museos que yo haya conocido»

El exalcalde y expresidente de la Real Fundación de Toledo encabeza la Asociación de Amigos del Museo Sefardí, desde la que estableció una estrecha colaboración y amistad con Santiago Palomero

«Era uno de los mejores profesionales del mundo de los museos que yo haya conocido». Juan Ignacio de Mesa no solamente fue amigo de Santiago Palomero durante varias décadas, sino también el presidente de la Asociación de Amigos del Museo Sefardí, binomio responsable de multitud de actividades e incluso de la adquisición de piezas para la colección. «Siempre me sorprenderá su capacidad para dotar a cada museo de discurso: qué debía recoger, qué debía contar, a quién debía dirigirse... Santiago era capaz de hacer eso con enorme facilidad: podía hacerte atractiva la visita a cualquier colección mientras se tomaba el café de la mañana». En el caso de Toledo, «la satisfacción era especial». Según De Mesa, que fue alcalde de la ciudad, «Palomero tenía todo Toledo en la cabeza». Era «un goce absoluto escuchar sus explicaciones sobre cómo debían ser sus museos y qué historias tenían que contar».

El presidente de la Asociación de Amigos del Museo Sefardí recuerda con especial cariño las gestiones en las que Santiago Palomero y él solían intercambiarse los papeles -«el mendicante y el exigente»- para conseguir determinadas piezas o para atraer hasta el museo a algunas figuras. «Por no hablar de su capacidad para conseguir arañar del Ministerio los escasos fondos disponibles para ello». Ambos coincidieron a menudo, además, en la Real Fundación de Toledo, de la que Juan Ignacio de Mesa fue gerente y presidente. Las sinergias entre ambas instituciones dieron como resultado algunas de las mejores citas culturales organizadas en la ciudad durante los últimos años. Ejemplo de esta flexibilidad y versatilidad, recordábamos en este periódico al informar sobre el fallecimiento de Alfredo Mateos, coordinador del Laboratorio Cultural Márquez Villanueva, fue el encuentro que tuvo lugar hace año en la Real Fundación entre Juan Ignacio de Mesa y el politólogo Juan Carlos Monedero, fundador de Podemos, conversación que Mateos moderó.

«El laboratorio multicultural es un ejemplo de su sagacidad: una herramienta fantástica para atraer a todo tipo de expertos relacionados no solo con la cultura judía, sino con todo el arco mediterráneo». Su creación, en cierta manera, obedecía a una de sus cualidades más destacadas: hacer comprender el pasado a todo tipo de públicos. «Recuerdo, en una ocasión, que nos sentamos a ver cómo podíamos hacer entender la antigua música sefardí a los niños toledanos. Santiago, consciente de que todos partimos de un mismo tronco cultural, explicaba que apenas había diferencias entre las nanas sefardíes y las tradicionales castellanas: ¿Qué les vamos a contar -dijo- que no traigan sabido de casa...?».

Para finalizar, De Mesa reconoce que echará de menos las incursiones que ambos realizaban por las cafeterías y confiterías de la Judería y sus alrededores. «Éramos dos golosos impenitentes. A Santiago le encantaban los churros de Catalino y las torrijas de Santo Tomé. Decía que la glucosa era fundamental a la hora de emprender cualquier proyecto intelectual».

 

David Blázquez: «Era un crack de la cultura, pero al tiempo era amigo de todo el mundo»

Blázquez y Santiago Palomero se conocieron durante uno de los momentos en los que más disfrutaba el director del Museo Sefardí: «Desayunando churros. No en Catalino, sino más cerca de la sinagoga del Tránsito, que es donde coincidíamos cada mañana...». Además de una gran amistad, Blázquez, hoy uno de los fotógrafos de patrimonio artístico y monumental más importantes de España, recuerda a Palomero por ser «la primera persona que confió profesionalmente en mí, recién llegado a Toledo». Esta amistad, compartida con Ana Carmen Lavín, exdirectora del Museo del Greco y delegada de Patrimonio Nacional en Aranjuez, unió a los tres en una última cena a finales del pasado mes de julio. «Santiago estaba bastante bien. Incluso habíamos hecho planes para ir la semana que viene a Cuenca, a visitar la villa romana de Noheda», señala el fotógrafo, que trabajó con Palomero en numerosas ocasiones. Una de las más destacables, por el enorme volumen de imágenes, fue la Guía de patrimonio cultural de Castilla-La Mancha, editada en tres tomos por la Junta de Comunidades y coordinada por el director del Sefardí. Otra, de la que Blázquez tiene un grato recuerdo, fue el reportaje fotográfico previo a la ampliación del Museo del Prado, que Palomero le encomendó durante su etapa en Madrid. «Me acuerdo de aquellas camisetas de Corto Maltés en pleno Ministerio de Cultura -recuerda el fotógrafo-, y del gran cariño y enorme respeto que todos tenían por alguien que tenía la voz de Darth Vader en el contestador de su teléfono... Era un sabio, un crack de la cultura, pero al mismo tiempo era amigo de todo el mundo, desde el camarero del Catalino hasta los despachos del Ministerio».