Huerta de Valdecarábanos se vende al arzobispo Loaysa (1539)

José García Cano*
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El 19 de julio de 1539 Carlos V vendía la localidad de Huerta de Valdecarábanos junto a su término municipal. El emperador necesitó la autorización del mismísimo papa Clemente VII para realizar la venta del lugar

Ermita de Nuestra Señora de los Pastores. - Foto: Jesús Carrasco, Casa Moreno. IPCE.

Un día como hoy, pero del año 1539, el emperador Carlos V vendía la localidad de Huerta de Valdecarábanos junto a su término municipal, al maestro general de la Orden de Predicadores y cardenal arzobispo de Sevilla, fray García de Loaysa, quien era a la vez su confesor desde 1522. La localidad fue adquirida por un precio de 10.904.370 maravedíes, como consta en los documentos. Desde ese momento el cardenal talaverano fundaría el mayorazgo de la villa de Huerta de Valdecarábanos, del que serían titulares en un principio don Álvaro de Loaysa y posteriormente sus sucesores. El emperador Carlos V necesitó la autorización del mismísimo papa Clemente VII para realizar la venta del lugar, alegando que las rentas obtenidas servirían para financiar las cristianas campañas que el monarca realizaba por doquier. Como símbolo de la presencia de la familia Loaysa en Huerta de Valdecarábanos, nos queda el importante palacio que construyeron cerca de la iglesia de la localidad y en el cual se ubicó un escudo con rosas en campo de plata, es decir la heráldica del cardenal Loaysa y que encontramos hoy en el escudo municipal junto a la cruz de Calatrava. Este palacio finalmente pasaría a la condesa de Salvatierra en el año 1745. Recordemos que esta villa antes de ser propiedad real, perteneció a la Orden de Calatrava, siendo precisamente durante aquel periodo cuando el maestre de Salvatierra don Martín Martínez concedió fuero a Huerta (1204), en el que se determinaban las leyes, derechos y obligaciones de los moradores del lugar, ostentando la posesión del señorío el maestre de Calatrava. Ya en el siglo XVI sería cuando los maestrazgos de las órdenes militares pasaron a la Corona y de ahí que la posesión del término de Huerta estuviese en manos de Carlos V. En el año 1575 don Félix de Loaysa era el propietario del mayorazgo, momento en el cual destacamos un producto producido en la localidad: el salitre, necesario para la fabricación de pólvora en un momento en el cual no faltaban batallas, enfrentamientos y acciones bélicas, de ahí que fuese muy necesaria su producción. Aún en el siglo XVIII continua la producción de salitre, para lo cual tenían que solicitar permiso al administrador oficial del ramo que se encontraba en Tembleque. Por aquel siglo las fiestas locales de Huerta eran las dedicadas a la Encarnación y a los santos José, Marcos, Nicolás y Sebastián.

La fortaleza de Huerta, de la que apenas queda algo en pie, fue levantada entre los siglos XII y XIII sobre el cerro que domina la villa, siendo donada por Alfonso VIII a la Orden de Calatrava y fue deteriorándose tras el paso de varios miembros de la familia Loaysa por el mismo desde el siglo XVI, siendo en 1725 cuando tomó posesión del mismo un apoderado de doña Teresa María de Meneses Carvajal y Loaysa, esposa del conde de Foncalada. En aquél mismo siglo pasaría a manos de la condesa de Salvatierra y seguidamente a sus sucesores, los duques de Híjar.  Precisamente en las Descripciones del Cardenal Lorenzana, tantas veces citadas se dice que «es villa propia del excelentísimo señor conde de Salvatierra». El titular de la iglesia de Huerta es San Nicolás de Bari, aunque también encontramos a la ermita de Nuestra Señora del Rosario -con el título de Pastores-, la de San Sebastián y la de San Bartolomé. En el siglo XVIII es curioso como algunas muchachas de la localidad trabajaban hilando para las Reales Fábricas de Guadalajara y otros vecinos curtiendo pieles y vendiendo correales.

No podemos terminar sin hacer una pequeña referencia al conocido cementerio mozárabe de Huerta de Valdecarábanos, que ha sido estudiado convenientemente y en el que se han localizado decenas de fosas, convirtiéndose en uno de los focos arqueológicos más importantes de la localidad. Dignas de mención son también las conocidas como cuevas de Calajandro, excavadas en el siglo XI en la ladera del cerro, de origen musulmán como la necrópolis que se sitúa en los alrededores. También en la falda sur del castillo se sitúan unas casas-cueva que podrían datarse de la misma época que el castillo, las cuales se han estado habitando hasta el mismo siglo XX. Huerta es sin duda un pintoresco e interesante punto de nuestra geografía provincial, cargado de historia, monumentos y curiosidades que descubrir.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.