Es una pena que según está planteada la democracia no se pueda votar en contra de alguien, de un partido, de un político y lo que representa pero es como es y no voy ahora a descubrir la pólvora ni a lamentarme más que en el papel de no tener capacidad para repudiar y mostrar mi discrepancia y desacuerdo con, pongamos por caso Pablo Iglesias, a la sazón vicepresidente del Gobierno de España.
Cuando le escuché decir con toda su cara de dientes infames que en España no hay un problema con la ocupación me dieron ganas de romperlo todo, revolcarme por el suelo echar a correr, rasgar mis vestiduras, echarme ceniza en el pelo y vestirme de saco; no sé a los demás pero a mí me resultó injurioso, una verdadera infamia que un sujeto que vive en un chalé fastuoso rodeado de enorme jardín custodiado por tanta Guardia Civil día y noche diga con todo su rostro que en España no hay un problema de ocupación, este tipo de declaraciones son las que le hacen a uno rebelarse contra los políticos y pensar si realmente valió la pena poner tanta carne en el asador cuando la Transición y tantas ilusiones en una democracia que hoy parece definitivamente pervertida. Si uno ha sentido en sus propias carnes la maldición de los ocupas piensa que es una canallada que alguien pueda manifestar algo así; si ese alguien es vicepresidente del Gobierno la cólera sube hasta pensar en cosas tan inocentes como la guillotina o un pelotón de fusilamiento u otras igualmente pacíficas como la cadena perpetua o las sentencias de Calígula: Lo repito una vez más y lo machacaré todas las veces que haga falta: he sufrido una ocupación y es uno de los peores tragos que he pasado en mi vida, por otra parte estoy convencido que actualmente la ocupación –me niego a escribir okupación como ya he dicho otras veces- causa una intensa alarma social, creo que no hay en todo Occidente un país en el que ocurra como aquí donde la propiedad privada esté tan desvalida y se abandone en un extraño limbo al pairo de no sé actuaciones sin ley sin pies ni cabeza, falta de defensa ni jueces eficaces como en España. Por otra parte y sin dejar a Iglesias entre el aluvión de motivos que acumula para dejar de ser vicepresidente e irse a su casa está esa monomanía vil que trae con la república obviando que es un ministro del reino de España, de todas maneras es muy pesado aguantar sus sentencias tan equivocadas y diciendo constantemente necedades, aunque lo peor de este sujeto es lo pesado que es, lo cansino, con eslóganes repetidos hasta la saciedad por él y algunos como él que la gente del común debe repetir al pie de la letra si no quiere que le tachen de fascista, palabra mágica que tienen permanentemente preparada en la boca para escupirla los sectarios incoherentes y tóxicos como Iglesias.
España entre otros grandes problemas tiene uno que pasa de preocupante y es espantoso: la ocupación. Diga Iglesias las sandeces que diga.