¿Qué pueden tener en común la procesión del Cristo de la Humildad con la del Cristo de la Buena Muerte? A primera vista nada. El barroquismo andaluz del primero contrasta con la austeridad castellana del segundo. Por no tener, no cuenta ni con ornamentación floral. Por tanto, lo único en lo que coinciden es que ambos salen del Monasterio de San Juan de los Reyes.
En esta Semana Santa tan especial, tras dos años sin procesiones debido a las restricciones de la pandemia, el sonido de un tambor destemplado no es lo único que ha sonado en el via crucis del Cristo de la Buena Muerte, una talla de madera sin policromar, obra del escultor toledano Mariano Guerrero Corrales, que es portada en posición inclinada y sin andas por cuatro miembros de la única cofradía que sale a la calle en Toledo durante el Sábado Santo. En la misma puerta de su sede canónica, una soprano ha emocionado a los presentes.
Otro de los momentos más emotivos de la procesión se produjo al llegar a la iglesia del convento de clausura de Santa Isabel de los Reyes. Allí su comunidad franciscana ha cantado a este Cristo muerto al que se le notan cada músculo y cada costilla. Ha sido un momento muy íntimo que ha podido ser seguido por los integrantes de la Cofradía y por la decenas de personas que les han acompañado en su via crucis. A la procesión ha asistido la presidenta de la Junta de Cofradías de Toledo, que seguramente junto con el resto de su directiva cedan el testigo tras la Semana Santa de este año y la portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Toledo, María Ángeles Ramos, vestida de negro riguroso y con peineta y mantilla.
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El de Santa Isabel no es el único convento por el que pasa el Cristo de la Buena Muerte. También lo hace por el de Santa Clara y el de Santa Domingo el Real. Su paso por los cobertizos es otro de los momentos más impresionantes de una procesión en la que las sombras y la oscuridad juegan un papel protagonista.