El 'rey' de las bodas casa en Campillo de Ranas

Belén Monge R
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Su alcalde despidió el año con una nueva ceremonia y alcanzó, quizá, el cupo más alto de enlaces matrimoniales en el medio rural

Francisco Maroto, alcalde de Campillo de Ranas. - Foto: Javier Pozo

Francisco Maroto es alcalde rural en el pequeño municipio de Campillo de Ranas y, posiblemente, el primero en decir «sí, quiero» a la celebración de bodas gay en España a raíz de la aprobación de la reforma del Código Civil que permitiría contraer matrimonio a parejas del mismo sexo.

Cuando otros ediles planteaban la objeción de conciencia, él se pronunció bien alto y claro y dijo que en Campillo se oficiarían bodas a todas aquellas parejas homosexuales que quisieran casarse. Ha pasado una larga década y este pequeño municipio de la Arquitectura Negra de Guadalajara, convertido en su día en la aldea en la que las parejas gay podían sin tapujos darse el «sí quiero», sigue copando un notable protagonismo, pero ahora para todo tipo de bodas.

Desde la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario, este regidor socialista, apicultor de profesión, habrá celebrado fácilmente cerca de quinientos enlaces. No lo puede concretar porque dejó de contabilizarlos, pero no hay fin de semana en el que no se celebre al menos uno.

El mismo 31 de diciembre despedía el año 2019 casando a una pareja. «Llevamos varios años que en Nochevieja hay boda. He perdido la cuenta, pero más de 400 se habrán celebrado y puede ser que hasta casi 500», afirma rotundo.

En el salón de actos del Ayuntamiento está la bandera arcoíris permanentemente. Maroto asegura que «nunca nadie ha dicho que no se casaba, al contrario, todo el mundo se hace fotos con ella», y es que, aunque fue conocido como el pueblo de las bodas gay inicialmente, su idílico entorno ha conllevado que el boca a boca lo haya convertido en un destino ideal para casarse.  «Con la capital no competiremos, pero si hablamos de pueblos, estoy seguro de que Campillo es de los que más casa», afirma entre risas el regidor.

Durante los primeros años, como había muchos que estaban esperando la aprobación de la ley para contraer matrimonio, casarse en Campillo se convirtió en un boom. Poco a poco la situación se ha ido normalizando y aunque hoy sigue habiendo bodas gay, priman las de parejas heterosexuales. Cada año se celebran entre 80 y 90 enlaces. «Tras aprobarse la norma, no parábamos. Ahora todo está ya más tranquilo», señala el alcalde y uno de los beneficiados por la normativa en su momento.

Pero para el mandatario de este municipio de la ruta de los Pueblos Negros, las bodas, además de ser motivo de alegría y celebración para Campillo de Ranas, representan una importante fuente de ingresos para el Ayuntamiento. Por cada enlace el Consistorio cobra 205 euros. Es lo que establece la ordenanza municipal, dice Maroto. Y aunque reconoce que no es dinero teniendo en cuenta que lleva mucho trabajo detrás (preparar el libro de familia, las certificaciones, capitulaciones y hacerse cargo de la propia celebración) supone un recurso más para Campillo ya que el alcalde o concejal de turno apenas recibe una dieta de 30 euros que para Maroto no es mucho si se tiene en cuenta que «uno se tiene que poner de guapo para casar y aunque el acto suele durar media hora, hay que esperar hasta que se tiren las fotos», indica entre risas.

enlaces variados. En estos años ha visto de todo: bodas escocesas, parejas vestidas con atuendos del Señor de los Anillos o incluso hay quien prefiere ir de vikingo. Esta última ha ocurrido hace poco y le impactó. Pero además de exóticas, ha oficiado otras muy emotivas, e incluso ha casado a muchos famosos cuyos nombres no revelaría nunca.

Asegura que no pierde la ilusión porque, entre otras cosas, quien va a Campillo a casarse es porque le gusta y «eso se nota», subraya tras insistir en que su deseo es que estas fechas se conviertan en días felices para los contrayentes. Tiene muy claro que no es lo mismo casarte en un juzgado que en un enclave como Campillo.

Lo cierto es que en este pueblo del Ocejón hace dos décadas apenas había servicios de hostelería y hoy, durante los fines de semana, las casas rurales, hostales y restaurantes se llenan para dar respuesta a las bodas y dan trabajo a muchas personas. La hostelería está preparada, e incluso hay que reservar con dos años de antelación porque «no hay un fin de semana libre. Todos tenemos una, dos o hasta tres bodas en un mismo día», asevera.

Los eventos nupciales aún siguen siendo un filón en el día a día de Campillo y de esta comarca de los pueblos negros. Contribuyen a combatir la despoblación rural. Maroto no niega que le cuesta creer que haya alguna forma real de evitarla. Su realismo le lleva a tener claro que muchos pequeños municipios, «lamentablemente, aunque pongamos las calles de oro, están abocados a ser pueblos temáticos», algo que lamenta pero que observa en su día a día. Sin embargo, él seguirá en «su Campillo».