Un paseo por la comarca de la Sierra de San Vicente (I)

José García Cano*
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La Sierra de San Vicente históricamente la integran quince poblaciones que antaño eran propiedad de tres antiguos señoríos, es decir los Mendoza, los Dávila y los dueños del señorío de Escalona.

Imagen de archivo de la Sierra de San Vicente. - Foto: Manu Reino

Una de las comarcas de la provincia de Toledo que merece la pena recorrer y disfrutar es la Sierra de San Vicente; históricamente la integran quince poblaciones que antaño eran propiedad de tres antiguos señoríos, es decir los Mendoza, los Dávila y los dueños del señorío de Escalona. Nos referimos a las localidades de El Real de San Vicente, Almendral de la Cañada, La Iglesuela, Sartajada, Buenaventura, Navamorcuende, La Hinojosa de San Vicente, El Sotillo de las Palomas, Marrupe, Palahustán, Nuño Gómez, Garciotum, Cardiel de los Montes, San Román de los Montes y El Castillo de Bayuela. El origen del nombre de esta comarca se debe a cierto diácono llamado Vicente quien se refugió en esta zona con sus dos hermanas -Cristeta y Sabina-, por cierto, talaveranos los tres, los cuales fueron martirizados a comienzos del siglo IV en la ciudad de Ávila, motivo por el que se les conoce como los Santos Mártires de Ávila. Según la tradición en el término de Hinojosa de San Vicente se encuentra ubicada la cueva donde se escondieron los tres hermanos mientras eran perseguidos por Daciano, prefecto romano de Hispania y gobernador de la Bética; por otro lado, en Talavera de la Reina se conserva como reliquia la piedra que pisó Vicente al entrar al templo de Júpiter y donde se pueden ver las marcas de dos pies y un pequeño hoyo que era la marca del báculo de Vicente.

La Sierra de San Vicente recoge las aguas de tres principales ríos: el Tiétar, el Alberche y el Guadyerba, a lo que hay que sumar otros tantos afluentes y arroyos. La vegetación y flora más predominante en este territorio son los helechos, castaños, nogales, olivos, higueras, naranjos y helechos, encontrándonos también con encinas y alcornoques. Si lo que buscamos en nuestro paseo por la Sierra de San Vicente es la arqueología, podremos disfrutar de innumerables puntos interesantes que van desde la época paleolítica hasta la romana. Por ejemplo, en El Castillo de Bayuela se tiene constancia de la existencia de una necrópolis del Bronce Medio y dentro del término de El Almendral de la Cañada situamos los restos de un dolmen en el paraje de Los Majanos. Por lo que respecta a restos prerromanos, podemos descubrirlos en La Hinojosa de San Vicente, El Real de San Vicente y en El Castillo de Bayuela, donde encontramos restos de lo que pudieron ser antiguas fortalezas de época celta conservadas tiempo después aún en plena romanización. Hay que sumar a estos restos, otros muy curiosos como son los verracos que se ubican en el término de Bayuela y algunos sepulcros localizados en diferentes puntos. Otros sepulcros rupestres, pero ya hispanorromanos, son los localizados en El Almendral, cerca del dólmen y en La Hinojosa, cerca del castillo.

Los ‘verracos’ de Castillo de Bayuela.
Los ‘verracos’ de Castillo de Bayuela. - Foto: Manu Reino
La antigua industria que poseía esta comarca era la de los tejidos, sobre todo de lienzo, aunque también hubo molinos harineros, de aceite y algunos tejares, así como hornos de cal y hasta un pozo para nieve. Curiosamente en El Castillo de Bayuela muchos vecinos se dedicaban a la cría de gusanos de seda, aprovechando así las hojas de las muchas moreras que se daban en su tierra; finalmente aquella seda era manufacturada en la fábrica de Talavera de la Reina. Artísticamente hablando en la Sierra de San Vicente encontramos la iglesia de Navamorcuende, una de las más interesantes de la zona, realizada en estilo gótico tardío, siendo su arquitecto Pedro de Tolosa; gótica es igualmente la iglesia de Pelahustán, con torre renacentista. En Cardiel de los Montes hay que visitar su iglesia del siglo XVI, levantada cuando se le otorga el título de villa y se levanta el rollo; tiene planta rectangular con tres naves divididas por arcos de medio punto. En El Real de San Vicente encontramos la iglesia de Santa Catalina, del siglo XVII-XVIII con estilo barroco de una sola nave dividida en cinco tramos por pilares adosados, donde se encuentran cuatro interesantes esculturas de madera policromada del siglo XVIII obra de Luis Salvador Carmona; en la misma localidad se conservan los molinos de Tejea, sobre la garganta del mismo nombre. En San Román de los Montes existió un castillo de origen romano, aunque la población también posea algunos elementos celtas como la pila trilobulada. En La Iglesuela además de los restos de dos puentes romanos, conservan algunos pozos también de aquella época, así como su iglesia parroquial de Santa María de la Oliva y las ermitas de la Virgen de la Fuensanta y la del Cristo de la Sangre, esta última en ruinas. Otra iglesia de esta comarca que no debemos perdernos es la de Cardiel de los Montes, dedicada a Santiago Apóstol. Quien busque antiguas ruinas en las que rememorar viejos tiempos ya pasados, le encantará conocer las ruinas del convento de El Piélago, levantado a finales del siglo XVII gracias a la labor del ermitaño Francisco de Raudona, quien solicitó construirlo a la orden carmelita, muy cerca de la ermita de la virgen del Piélago. Allí se marchó Francisco junto a otros eremitas, para seguir toda la regla de los carmelitas calzados. El convento se fabricó junto a una fuente que daba origen al rio Guadyerbas y se levantó en sillería de granito y mampostería. La iglesia se arruinó completamente y la parte del convento hoy está dedicada a campamento de verano del arzobispado de Toledo. En la localidad de Pelahustán recomendamos visitar la iglesia de San Andrés Apóstol, de estilo gótico tardío -siglo XVI-, así como la ermita del Rosario de planta cuadrada; también hay un rollo o picota esculpida en granito, que simboliza la autonomía del municipio para impartir justicia, inaugurado en mayo de 1635 cuando Pelahustán adquirió el privilegio de villazgo separándose de Escalona. Otro elemento patrimonial en esta localidad es el conocido como potro de herrar, ubicado cerca de la ermita citada y compuesto de cuatro pilas de granito más otras dos más pequeñas, y que se utilizaba para herrar a los animales de tiro. Otro de los muchos lugares de la Sierra de San Vicente que podemos visitar para empaparnos de la arquitectura popular toledana.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo