Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Las cifras y las letras

24/10/2022

Posiblemente no hay mejor noticia para el olivar en estas fechas que un buen chaparrón de lluvias. Cierto es que el daño ya está hecho desde la floración, como se ve en las ramas con poca aceituna en la mayor parte de nuestras comarcas, aunque sepan los agricultores que todo lo que reciba el árbol en otoño, es flor para el próximo año.
Y quizá los mercados están ya más pendientes de lo que pase en mayo sobre las más de 2,7 millones de hectáreas de este leñoso, que de lo que llegue a las almazaras a partir de este momento ya que, lamentablemente, no se esperan más de 780.482 toneladas, según el sorprendente aforo oficial del Ministerio de Agricultura (MAPA); significa un 48% menos que en 2021, aunque quizás sean algo más de 900.000 toneladas como insisten en la sectorial de las cooperativas de España y de Castilla -La Mancha (reunida el martes en Alcázar de San Juan) donde para la región calculan unas 94.600 aunque el Ministerio diga que serán 85.127 toneladas; o quien sabe si serán 1,1 millones de toneladas a nivel nacional como defienden los industriales y envasadores de Anierac o Asoliva.
En un contexto de escasez de aceite, cualquier centena suma y puede influir en los precios, ya que el consumo, por segunda campaña consecutiva, estará por encima de la propia oferta a nivel mundial. De ahí que en los diferenciales y porcentajes de estas estimaciones haya mucho nerviosismo por las cifras más bajas, y expectación si se cumplieran las más generosas si llueve estos meses dando algún punto más de rendimiento graso al fruto, y puede que mejor peso.
Pocas veces se dan estas dicotomías en los aforos, ya que más bien, lo que suele ocurrir, es que  coincidan las previsiones o se aproximen, incluido el cálculo oficial de la Junta de Andalucía que es la primera información que se publica a primeros de octubre y que ha dado esta vez unas 900.000 en el conjunto de regiones productoras.
Hace unos años, cuando la climatología de 2013 propició las mayores lluvias que se habían visto desde la sequía anterior, y obtuvimos cosechas récord en vino, mosto y alcohol por encima de los 50 millones de hectolitros, o de aceite, por encima de 1,8 millones de toneladas, se dieron sin embargo dos escenarios distintos por la reacción de los operadores y el propio comercio.
En el primer caso, la información que trascendió en plena vendimia, con las hileras de tractores y remolques cargados hasta los topes, y muchas bodegas a punto de cerrar por falta de espacio y de depósito (buscaron silos de otras regiones vecinas), fue aprovechada por los especuladores para ofertar precios de derribo.
Recuerdo que un presidente de cooperativas me contó que fueron meses muy complicados para defender liquidaciones dignas porque los compradores alemanes, por ejemplo, negociaban con los recortes de la prensa española sobre la mesa, o las imágenes de aquellos días duros y desesperantes en sus móviles como prueba irrefutable de que había vino para aburrir y para varios años. Hubo que plantear una destilación de crisis que alumbró después la primer interprofesional en el sector para reaccionar a tiempo si volvía a pasar.
El mismo año, el mejor para el aceite de oliva de toda su historia, supuso un éxito colectivo para olivareros e industriales. Nunca antes un país líder como el nuestro había conseguido vender un volumen tan alto, rebasando en el balance final los dos millones de toneladas al sumar el enlace de unas 500.000 toneladas del año anterior que había sido corto. Los precios no fueron de escándalo, pero toda la cosecha se encajó sin excesivas dificultades aprovechando los nuevos mercados emergentes donde seguimos creciendo.
La moraleja que nos deja la comparativa es que la gestión y las estrategias en circunstancias tan excepcionales son tan importantes como la información que fluya en los mercados.
Quedarse en una guerra de cifras entre productores, industriales y administraciones en un escenario de inflación desbocada, de precios de aceite  acercándose a los cinco euros por kilo, de guerra en Europa cada vez más peligrosa, y de crisis económica, posiblemente solo dé alas a la especulación.