José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Patrimonio y desidia

30/08/2021

Junto a la celebración de la Comisión de Festejos para tratar de diversos asuntos de las fiestas de agosto, el nuevo acceso para minusválidos que el Ayuntamiento ha construido sobre las escaleras de la puerta lateral de la iglesia de Santiago del Arrabal es el tema patrimonial y cultural de la semana. La consecución de esta obra fue anunciada en prensa por La Tribuna de Toledo el pasado domingo veintiuno de agosto. Y el Ayuntamiento, a bombo y platillo, la celebró después de, según ellos, un año y medio de estudio. No sé si han pasado por allí, pero evítenlo si no lo han hecho. Cualquier inversión hecha para mejorar la accesibilidad de los minusválidos es siempre una buena noticia. No es, sin embargo, tan buena noticia cuando, para hacerla, se pierde el más mínimo sentido del gusto y del respeto por el patrimonio. Por si no la han visto, la obra, vista de frente, tiene una rampa de altura razonable a la derecha y un espacio protegido con una barandilla negra a la izquierda. Hasta ahí, puedo estar de acuerdo. Lo que no es de recibo es que a un BIC del siglo XIII, de estilo mudéjar y construido en ladrillo y mampostería encintada, se le haga como acceso un auténtico pegote blanco de piedra que nada tiene que ver con la categoría artística del templo en cuestión. Y lo que es aún menos de recibo es que por parte del Ayuntamiento se haya ejecutado una obra de tan nefasto respeto patrimonial en un edificio que, además de ser BIC, está en el Casco Histórico de Toledo, con la protección jurídico-patrimonial que eso conlleva. Una de las normas esenciales de cualquier modificación arquitectónica, de esas que nos hacen cumplir a los toledanos de a pie a rajatabla cada vez que pedimos una licencia de obras para un inmueble en el Casco, es precisamente que su resultado esté perfectamente integrado en el entorno patrimonial en el caso de que pueda afectarlo. Por eso me sorprende tanto que quienes la han diseñado hayan estado un año y medio rompiéndose la cabeza para terminar dando con esa solución estética. Que me perdonen, pero lo mejor es mandarlos al examen de septiembre o, directamente, a repetir curso.

Con todos estos datos, y tras la petición de respeto a los toledanos de las iniciativas culturales municipales por parte del Concejal de Cultura, me surge una pregunta: ¿pueden pedirnos respeto a la cultura mientras nuestro patrimonio fenece día tras día? A mi ver, no. No pueden pedirnos respeto por la cultura cuando en la vida cultural de la ciudad no se ve una preocupación hecha realidad por la situación de nuestro patrimonio material. Mientras nos piden ese respeto, tenemos monumentos que están en un estado lamentable que solo va en aumento, como pueden ser el monumento a Jacinto Guerrero en el parque de la Vega, la iglesia de San Lorenzo, los restos del Circo Romano del parque de Reconquista, las pintadas en los puentes de la ciudad, el torreón del Baño de la Cava y el que tiene acceso por la calle Núñez de Arce o la estatua de Alfonso X el Sabio en el parque de las Tres Culturas. Todo ello, sin contar con los atentados patrimoniales tales como la famosa rampa y otros de estilo similar a los que nos hemos acostumbrado aunque no sean la mejor solución.

Otro capítulo que también afecta culturalmente es la limpieza. Toledo es una ciudad sucia. Ya me aburre decirlo por lo repetitivo que suena, pero es que es así. Las calles del Casco, que son por sí mismas patrimonio protegido, están sucias por la desidia municipal, pero también por el incivismo de los que sacan la basura a destiempo, no limpian las heces o los orines de sus perros o, directamente, orinan en las esquinas y en las puertas de algunas casas y calles de la ciudad. Y los monumentos que no están afectados por pintadas o por descuidos, lo están por culpa de las palomas. No nos estamos dando cuenta, pero el tema de las palomas es muy serio y, cada vez más, una invasión. Los kilos y kilos de palomina que hay sobre muchos tejados de edificios y monumentos de la ciudad son un peligro tanto para su conservación como para los viandantes, puesto que, si la gravedad actúa, esos grandes bloques de palomina pueden caer a la vía pública provocando algún daño personal. Ello sin contar con las cuestiones netamente sanitarias. Ayer por la mañana, que salí pronto para comprar el pan y algunas cosas que necesitaba para mi casa, me encontré en la calle de Santa Justa con heces de perro y con bolsas de basura abiertas y chorreantes sacadas a deshora —¿para cuándo lo de quitar el bolseo?—. En Zocodover, el suelo sigue lleno de chicles pegados. Y el nuevo suelo de la calle Ancha ya está sucio también por chicles y palominas. Esto son algunos de los muchos ejemplos que podemos encontrar en el Casco y que todos conocemos y padecemos. En cualquier caso, supongo que la Escoba de Platino que nos concedieron está haciendo de pisapapeles en el despacho del Concejal de Limpieza.

Antes de pedir respeto, hay que predicar con el ejemplo. Todo lo que he dicho aquí no es solo aportación mía, sino que son demandas vecinales generalizadas en la ciudad. Todas ellas buscan ser críticas constructivas, aunque sean directas, y están encaminadas a conseguir un Toledo mejor. Mucho más que las de los cuatro todólogos y ofendiditos de siempre.