Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Iluminados

01/12/2022

Asisto estupefacta al encendido de millones de luces de Navidad en noviembre, con colorines por doquier, en una alocada carrera de los alcaldes por ver quién ilumina antes sus calles y quién pone más bombillas, led, especifican, como si el gasto de luz con estas lámparas corriese en negativo. Así pues, el otoño se pierde bajo los árboles de Navidad, los elementos decorativos invaden los monumentos y arcos inimaginables, propios de una atracción de feria, anuncian unas fiestas que nos asfixian y nos sumergen en una alegría a veces impostada y hueca. Mi máximo respeto, no obstante, a los amantes de la Navidad. Pero no en noviembre.
Lo curioso es que, el pasado julio, desde el gobierno del inefable Sánchez, y desde la propia Unión Europea, se hablaba de la necesidad de ahorrar energía, dado el crudo invierno que se avecinaba con una guerra despiadada en Europa. Si ustedes, queridos lectores, lo recuerdan, se pretendía imponer la restricción a la iluminación de escaparates de los comercios, además de un tope en la temperatura del aire acondicionado y de la calefacción para evitar gastar a lo loco. Es más, desde el ministerio de Transición Ecológica, se iniciaba a principios de noviembre una campaña publicitaria contra los 'derrochólicos', esos ciudadanos que usan con desahogo y alegría los aparatos que contribuyen a mantener el confort en el hogar, decían. 'Aunque tú puedas pagarlo, España no', reza el lema de un anuncio que parodia una reunión de Alcohólicos Anónimos con la frivolidad que caracteriza al Ejecutivo de Sánchez.
Pues bien, en medio de este escenario demoledor, llegan los alcaldes, con descarada hipocresía y, a menos de seis meses para las municipales, deciden que se van a meter a los vecinos en los bolsillos colgando luces por doquier. Que sufragamos los contribuyentes, añado. Y que España, en este caso, parece que sí puede pagar. Mientras, cada uno de nosotros afrontamos el encendido de la calefacción en casa con el vértigo de una caída libre en el barranco de la Garganta del Infierno. No me negarán ustedes que temen más darle al botón de la caldera que volver a ver El exorcista. Y es que nos da la impresión de que estamos quemando billetes, de que dejamos a nuestros hijos un mundo en llamas, árido, deforestado, simplemente por estar un poquito calientes, cuando, como dijo la ministra María Jesús Montero, lo mejor es comprarse un edredón más gordo. Ya lo hemos hecho, descarada.
El sainete de los alcaldes, que deberían estar todos sentados en ese anuncio de los 'derrochólicos',  haría incluso gracia si no fuera por el drama que viven miles de familias, con sueldos bajos o míseros subsidios, que ni siquiera les permiten calentar sus viviendas, no porque se lo diga algún farsante del gobierno de turno, sino porque les resulta imposible hacer frente a las facturas de la energía. Si a eso le unimos una escalada de los precios de los alimentos básicos, que se traduce en una inflación desbocada, el resultado es una situación extrema vulnerabilidad. De hecho, los últimos datos indican que un tercio de la población de Castilla-La Mancha se encuentra en riesgo de pobreza, 36.000 personas más que el año anterior. Esa es la realidad que los políticos, entre fotos, mechas y paseíllos, no quieren ver porque les molesta. Hemos pasado de la gestión al espectáculo. De gobernantes a ramplones  influencers. Y, lo peor, es que algunos están encantados. O resignados. Pues nada, a disfrutarlo.