Retratar, vestir la identidad.

María López Pérez*
-

Luis de la Cruz retrata a María Cristina de Borbón siguiendo el modelo de las damas de la alta sociedad del momento, reflejando con su juventud y el estilo romántico, los cambios que definirían a la corona española y a la imagen de la propia reina

Retrato de María Cristina de Borbón, obra de Luis de la Cruz y Ríos. - Foto: Museo del Ejército

Cuando Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853) realizó este retrato de María Cristina de Borbón (1806-1878), la joven era esposa del rey Fernando VII, reina consorte de España y modelo de un cambio. La futura reina gobernadora, como regente de su hija Isabel, vivió tiempos convulsos de intensas revoluciones, propiciadas en buena parte por el asentamiento de los principios liberales pero también de cambios en la gestión del Estado, con la búsqueda de una mayor proyección hacia el exterior y la necesidad de mostrar una imagen más moderna, cercana a otras cortes europeas de su entorno. La muerte de Fernando VII inauguró la condición femenina de la Jefatura del eEstado, situando a una mujer a la cabeza de la Corte no como simple esposa del monarca, sino como gobernadora. Partiendo de su carácter femenino podríamos proponer diferentes lecturas: la de su gobierno, como viuda del rey, la de su Regencia, como madre de la futura reina o la de su identidad, sumando a su condición pública su dimensión privada, su vida propia, ya que contrajo matrimonio con el sargento de la Guardia Real Agustín Fernando Muñoz tres meses después de quedarse viuda, con la lectura social que esta decisión trajo consigo; demostró así su perfil más íntimo, presente también en su estilo personal que quizás por su pasado, educación y juventud, influirá en los cambios de protocolo que vivirá la Corte española en los años siguientes.

Proponemos la lectura de este retrato como soporte para vestir o mostrar la identidad de María Cristina de Borbón, la reina gobernadora. Nos interesa la reflexión romántica de la imagen, la manera decidida para retratarse, es decir para verse y ser vista. Este retrato se realiza en un momento de transformación, nos situamos en la denominada 'década ominosa' (1823-1833), un periodo de cambio que replanteará la cuestión sucesoria  a partir de la boda de Fernando VII con María Cristina en 1829. En el campo de la imagen personal nos encontramos en un momento de cambio de estilo, un avance hacia la modernización que vislumbramos en la imagen de la joven reina, retratada entre lo aristocrático y lo burgués, con un gesto y mirada dulce y apacible, alejada de la teatral atmósfera de Palacio.

En la década de 1820 llega a España, con cierto retraso respecto al resto de centros europeos, un nuevo modelo de vestir; la nueva esposa del rey no escapará de su hechizo, apostando por las exitosas tendencias francesas y dejando atrás la sencillez que había dominado el estilo de la Corte española en momentos anteriores. La joven reina se muestra en este retrato con los hombros descubiertos, gracias al escote de barco de su vestido, dejando espacio para un espléndido collar de perlas que prende de un broche de diamantes en forma de cesto floral, a juego con los pendientes y la pulsera. Además de las joyas, símbolo claro de la categoría de la dama, centraremos nuestra mirada en tres complementos más, imprescindibles como accesorios en la moda femenina romántica: el sombrero, los guantes y el abanico. Aunque contó con una vida efímera, dando paso con rapidez a la sencilla cofia, muestra María Cristina un llamativo sombrero amplio, adornado con plumas y un maravilloso broche que completa su artificiosidad siguiendo la moda del momento. Cubre uno de sus brazos con un guante largo, blanco cómo marcaba el protocolo para las damas de la alta sociedad, destacado por la delicada luz dirigida por la paleta del pintor; en la otra sostiene un  abanico, complemento indispensable del traje femenino a lo largo del siglo XIX, siendo como escribiera doña Emilia Pardo Bazán «el más expresivo y revelador de los objetos de arte; el más sensible al ambiente». Estos detalles de su indumentaria acentúan la coquetería de la joven reina, retratada 'a la moda', reflejando nuevos caminos en la Corte española sin perder su identidad, ya que aún mostrando su imagen en un retrato libre de aparentes atributos reales, su condición se vislumbra en la banda y venera de la orden española de María Luisa que cruza el vestido, así como la insignia ovalada con cruz de la Orden Estrellada de Isabel Teresa de Austria, de carácter femenino, inequívocos símbolos de su condición.

ARCHIVADO EN: Infanta Cristina, España