Olmos corta una oreja en la vuelta de los toros a Hita

Mario Gómez
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El novillero moracho cortó un apéndice en la vuelta de los toros al Palenque 14 años después. Con unos tendidos llenos en su máximo posible, se lidió un interesante encierro de Polo Saiz que dio muchas opciones a los novilleros

Ignacio Olmos toreó con pureza al natural. - Foto: Mario Gómez

La medieval villa de Hita, es sin duda de los pueblos más bonitos que uno puede encontrar en nuestra comunidad. El empedrado de sus calles coincide con la belleza de su Palenque. Pasear por las calles de Hita y disfrutar de su gastronomía se convierte en un apetecible plan de domingo. Si además en su Palenque, se celebra un festejo taurino, se antoja un acontecimiento.

En parte gracias a que el joven empresario Álvaro Polo, apostó por recuperar los festejos de luces tras 14 años de ausencia, en parte al más de un millar de aficionados que poblaron los tendidos hitenienses para ver una novillada de presentación acorde al coso y de juego más que aceptable para que tres novilleros dieran cuenta de ella.

Ignacio Olmos fue el encargado de abrir la tarde. Buscó gustarse y agradar en el saludo a la verónica y dar un toque de atención echándose de rodillas en el comienzo de la faena de muleta tratando de torear en redondo. Lo apretó por el derecho y el animal respondió de forma inconstante. El moracho logró tandas lucidas de mano baja, y a pesar de que el aire impidiera un lucido toreo al natural, fue a derechas como basó la faena para lograr pasajes ceñidos y jaleados. Tarde fresca y público frío, que no terminó de entrar en una faena que, a pesar de la estocada un puntito trasera, y la demora en doblar el primero, mereció más que un insípido silencio.

Complicado de salida resultó el cuarto. No se centró en los capotes y no embistió con franqueza. Truncó la voluntad de Olmos de torear de capa, pero con la muleta y la espada se resarció de todo lo que quería mostrar y no había podido. Desde un comprometido inicio hasta un final de mucho gusto. Volvió a mostrar un toreo poderoso de mano baja y de gusto y pureza al natural, buscando caldear a los presentes que parecían no terminar de entrar en la faena. Logró los olés en las postrimerías, y sabiéndose con el triunfo en la mano, recuperó la confianza con la espada. Se tiró muy derecho y dejó una estocada en la yema. No quiso caer el novillo y el público puso se puso en off. Paseó un merecido trofeo, que quizá se antoja escaso para todo lo que mostró en su tarde, pero con el valor suficiente para mantenerse a flote.

Víctor Hernández se mostró variado durante toda la tarde. Desde los saludos de capote hasta las faenas de muleta. En su primero alterno el manejo de la pañosa por ambos pitones y buscó un toreo de corte clásico. A pesar del pinchazo, paseó un trofeo. En quinto lugar se lidió el mejor novillo del encierro. Un animal que apretó como sus hermanos en el caballo, y que fue un manantial de embestidas. Hernández se mostró solvente, se vio un novillero que está en un punto óptimo de cocción y que además arrastra gente. Esto se vio en la última tanda. Un toreo profundo y que fue vitoreado de forma muy expresiva. La gran estocada y espectacular muerte sirvió para pasear dos orejas y rabo y para que ‘Granadilla’ obtuviera el premio de la vuelta al ruedo póstuma.

Arturo Gilio volvía a ruedos españoles y mostró que su toreo ha evolucionado. Exquisita técnica combinada con valor a la que quizá falta añadir conexión con los tendidos. Recibió de rodillas al tercero y genuflexo inició el trasteo de muleta. Cuando se salió a los medios, el novillo resultó repetidor, y cuando ambos se acoplaron, brotaron buenos pasajes al natural de uno en uno. Hubo mucho, aunque no demasiado bueno, y la espada no mejoró la obra. Ante el 6º, el mexicano se mostró solvente, y tiró de voluntad ante un novillo colaborador que le faltó un puntito de transmisión. La faena no fue obra destacada, pero una estocada entera, aunque delantera y desprendida, pareció ser suficiente para pasear un más que excesivo doble trofeo.