Efigies perdidas de la Inmaculada

Juan Nicolau
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En Toledo fueron numerosas y de las más bellas del arte español, pero muchas han abandonado la ciudad o han dejado de estar al culto y se han almacenado, perdiéndose así su belleza única

Efigies perdidas de la Inmaculada - Foto: David Perez

Llegamos al día de la Inmaculada Concepción. Es el día de la patrona de España, como así lo quiso el rey Carlos III. La devoción de España a su patrona trajo como feliz resultado en la Historia del Arte el que la representación de este misterio sea posiblemente la cima del arte religioso español.

 El misterio representa a la mujer del Apocalipsis surcando el cielo, vestida del sol, calzada con la luna y cercando sus sienes doce brillantes estrellas. Las variaciones del tema son infinitas, cada escuela artística, cada gran pintor o cada gran escultor representarán a la visión apocalíptica con toda la belleza que serán capaces sus gubias o sus pinceles.

 En nuestra ciudad de Toledo las representaciones fueron numerosísimas y algunas de ellas de las más bellas del arte español. Desgraciadamente, en este momento duro y difícil del sentimiento religioso y de la falta de vocaciones que nos ha tocada vivir, algunas de ellas han abandonado nuestra ciudad, o por lo menos han dejado de estar al culto y se han almacenado, con ello hemos perdido su belleza única. Con mis sentimiento a flor de piel intentaré recordar alguna de estas obras que Toledo ha perdido .

 De entre ellas hay dos que significaban lo más bello de nuestro arte religioso, una de ellas tallada en madera y otra plasmada en lienzo. De las talladas en madera conservábamos una de las más bellas representaciones del tema. Dada a conocer de manera universal a principios de este año en la gran exposición conmemorativa de Pedro de Mena celebrada en la ciudad de Málaga. Su descubrimiento, sé que a uno de nuestros mas sesudos catedráticos de Universidad, le hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas ante tanta belleza de una imagen que solo conocía por fotografías. Siempre se comentó que fue la primera imagen que Mena talló después de conocer a su maestro Alonso Cano, pero esta ya es distinta a la del maestro. María se eleva ingrávida sobre una nube a la que se adhieren una serie de angelillos infantiles. De edad casi infantil, su mirada de ojos rasgados hacia lo lejos, concentra candor en sí misma. La policromía en la que resaltan bellísimos azules, rojos brillantes, blancos y flores doradas es deliciosa y nos ha llegado intacta. Guardada por las monjas Benedictinas se debe conservar aun en su antigua residencia. Pero nada sabemos de su actual paradero.

 En estos días estamos a la espera de que aparezcan en Málaga una serie de estudios que durante la exposición se llevaron a cabo y se discutieron en mesa redonda. Allí sé que, debido a los estudios del catedrático de la Universidad de Granada, Lázaro Gila Medina, el mejor conocedor actual de Pedro de Mena, se dan a conocer datos hasta ahora desconocidos de las relaciones de Mena con nuestra ciudad de Toledo, ya que fue nombrado ‘Escultor de la Catedral’ por el cardenal Moscoso en 1663.

 Aunque dejamos la obra para hablar de ella en otra ocasión, los Jesuitas también tuvieron otra muy bella imagen de la Inmaculada tallada en madera por Pedro de Mena. Se conservaba en la capilla del relicario de su iglesia y parece pertenecía a etapa ya más avanzada de su producción.

La otra gran obra de arte con el tema inmaculista se debe al pintor Claudio Coello, el último gran pintor de la escuela barroca madrileña. De origen portugués, su padre era broncista que se estableció en Madrid. Desgraciadamente su vida fue corta, no llego a sobrepasar la cincuentena y su estilo está lleno de suntuoso colorido y de espectaculares composiciones barrocas. Su maestro fue Velázquez y fue capaz de rozar lo más autentico y difícil de su estilo, la perspectiva aérea que plasmará en el lienzo de la Sagrada Forma de el Escorial. Su muerte prematura se achaca al sufrimiento que le trajo la llegada a España del pintor italiano Lucas Jordán a quien se ensalzara por encima de todos en la Corte. Como buen español que vivirá su época, serán varios los lienzos que pinte de la Inmaculada e incluso llegará a crear escuela que arrancará de la Inmaculada de José Ribera del convento de las Agustinas de Monterrey en Salamanca. Suyo aquí en Toledo poseían un lienzo de la Inmaculada las Madres Capuchinas, firmado y fechado. Cuidadoso con su pintura, en sus lienzos nunca se dejará llevar por la prisa o la pincelada descuidada.

El lienzo de las Capuchinas lo tenían presidiendo el locutorio del claustro alto iluminando la estancia con su belleza. En él, la Virgen, de facciones serenas, posa su mirada baja y junta levemente las manos sobre el pecho. Viste túnica blanca y movido manto azul. Su larga cabellera oscura la cae por hombros y espalda flotando libremente por el lado izquierdo.

Sobre su cabeza levemente se insinúan las doce estrellas y pisa suavemente la luna de tonos plateados. Tres angelillos en violentos escorzos, portando en sus manos tradicionales símbolos marianos, ramas de olivo, lirios y azucenas rodean la luna, formando como una peana. En el lado derecho , entre unas frondas corre un fuente y por el lado izquierdo se insinúa un paisaje como visto a vuelo de pájaro dando la sensación de que María flota en el cielo. El fondo tiene un color dorado que da unos toques de luz indirecta sobre otro angelillo que porta un espejo. Por todo el lienzo flotan cabezas de querubines, algunas solo abocetadas y otras muy realistas como las tres que ocupan el ángulo derecho. Todo el lienzo transpira esa belleza digna y noble de la pintura de Claudio Coello,

 Casi enteramente desconocida se conserva también, encastrada en el techo del coro de la iglesia de las Madres de Santa Isabel la Real, una copia de otra Inmaculada muy original que copia una pintura perdida de Ribera, de ahí su gran interés. Fue dada a conocer por el Dr. Alfonso Pérez Sánchez que tanto trabajó entre los fondos artísticos de la ciudad de Toledo.