Castilla-La Mancha, cantera de toreros

Mario Gómez / LAS VENTAS
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Álvaro Alarcón y Víctor Hernández dan una buena tarde en la primera de Otoño ante una novillada de Fuente Ymbro que no terminó de romper a pesar de lidiar novillos buenos

Alarcón ante el quinto. - Foto: Plaza 1

Cruzaban a las 6 Víctor Hernández y Álvaro Alarcón el anillo de Las Ventas buscando refrendar sus triunfos de primeros de año. Serenos y responsabilizados, acudían a la cita con el peso de ser los máximos triunfadores del escalafón en 2022. Guadalajara y Toledo se batían en duelo por el centro del escalafón novilleril con la región como triunfadora.

Al enrazado segundo Álvaro Alarcón le recetó un saludo añejo, de rodilla genuflexa y mucho gusto. El animal embestía con disparo. Empezó la faena en la misma Puerta Grande abres de irse a los medios, y con un solvente juego de brazos ofrecer la pañosa siempre por delante hasta que llegó una voltereta que le partió el muslo y le dio un cate en la cara. En el muslo se le veía un boquete, a pesar del cual tiró de elegancia para dejar alguna tanda elegante, ante la ostensible merma. Se tiró a matar cuando aún quedaba material delante, pero la vergüenza torera no le permitió meterse para adentro sin haberlo pasaportado. La ovación mientras entraba en la enfermería mitigó la petición y pareció todo quedar en silencio.

De educación torera fue el aguardar Alarcón a que Hernández pasease su oreja para recorrer el callejón a por los dos que le quedaban pendientes. Llevaba una cornada de 15 cm de la que fue intervenido antes de volver a los medios y brindar a Madrid, ese Madrid que cada día es un poquito más suyo. Comenzó en los bajos del 7 a torear por estatutarios mientras que el novillo se iba largo, cuando acortó el viaje dejó uno de la firma con el que rubricó Madrid. De ahí en adelante se las vio con un animal falto de compromiso, y un tendido que le exigió como poseedor de Puerta Grande que es. Un toreo tan clásico que en los remates recordó a un maestro que, enfundado en verde botella y oro, salió un otoño a hombros de Madrid. Faena de largo metraje que concluyó con una estocada arriba, que algo atravesada demoró la muerte.

El que cerró el festejo permitió un extenso saludo a la verónica, y tras pegarle mucho y mal, perdió las manos dañándose ostensiblemente. A una arrancada buena le seguían otras tranqueantes. El público pidió la devolución del animal, y con un ambiente enrarecido, Alarcón inició faena. Se quiso salir aliviándolo por alto, pero dobló las manos y las protestas se intensificaron. Es comprensible, lo que no es tanto es que a voz en grito le digan al novillero lo que tiene que hacer. "Bájale la mano", le esperaron desde las proximidades de la Puerta Grande, como si no supieran que bastante hacia el novillero con mantener al marmolillo de pie. Optó por abreviar y los afición pitaron la decisión de mantener al novillo en el ruedo.

Era el vestido de Víctor Hernández casi tan añejo como su concepto. Talones hundidos, cintura quebrada y muñecas abiertas, que sumado a su espigada figura, es una oda al toreo clásico.

Con un farol de rodillas recibió a su primero. Lo cuidó para que no se cayera y el de Fuente Ymbro, pareció hacer las cosas con posibles. Alarcón se hizo presente en un quite, en el que hubo más ceñimiento que lucimiento. Brindó al público y se fue a los medios a cambiárselo por la espalda. Toreó vertical y de mano baja, vaciando los muletazos siempre por debajo de la pala del pitón. Tuvo Hernández la virtud de aprovechar la inercia del novillo, que tardeaba de inicio pero emocionaba en las repeticiones. Buen trazo queriendo tirar de unas embestidas que pasaban al codiciosas por bajo. Una última tanda redondeando los muletazos sobre su eje, precedió a las bernadinas finales que abrochó acariciando el pase de pecho y uno del desdén. Faena larga por la que recibió un aviso, que no impidió una buena estocada, cuya demors en caer, dejó todo en ovación con saludos.

El tercero salió ante un ambiente enrarecido, y con los palos Marcos Prieto demostró que es uno de los nombres propios de la temporada entre los de plata. Con la muleta Víctor Hernández continuó su toreo erguido y vertical, aguantando tarascadas y corriendo la mano con gusto. Una buena estocada de rápido efecto hizo romper la petición de oreja, que no fue atendida provocando la bronca entre los asistentes y dejando la obra en ovación con saludos.

Se corrió turno y en cuarto lugar salió el que debió hacer quinto. Un animal con cuajo y romana que, estrechito de sienes, pasó muy cerca de Hernández en el quite por gaoneras. Volvió a torear con desmayo y vertical con la muleta, en un concepto de muchos quilates, en el que hay cabida para el toreo de mando y los desplantes. Entrega total y sin reparos que culminó con manoletinas de rodillas y un pase del desdén. Buena estocada y oreja de ley.