Toledo acoge con prudencia la retirada de las mascarillas

Jaime Galán
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Tanto usuarios como gerentes optan por la prudencia en el primer día sin obligatoriedad en interiores. Proteger la salud del cliente y el miedo ante posibles rebrotes hace decantar la balanza

La mayoría de los clientes usan la mascarilla al entrar a un espacio cerrado. - Foto: David Pérez

Unos lo aclamaban de forma urgente y otros se han adaptado tanto a su uso que no pretenden abandonarlo de momento. Sea como fuere, la retirada del símbolo más característico de la pandemia no parece haber traído esa nueva normalidad que tanto añorábamos. En el primer día sin que sea obligatorio el uso de mascarillas en interiores, los comercios y diferentes empresas toledanas rigen prácticamente con las mismas características que el día anterior, es decir, con el uso de mascarilla en esos espacios cerrados. Cierto es que ya se ha visto más de una sonrisa al descubierto en lugares que días atrás no ocurría, pero la prudencia parece ser el arma escogida por los toledanos ante la incertidumbre de la evolución epidemiológica.

Uno de los ejemplos de esta continuidad a la mascarilla se plasma en el tradicional Mercado de Abastos de Toledo, en pleno Casco Histórico. Allí, sus trabajadores se reunieron a primera hora del día para llegar a un acuerdo común al respecto. Aunque no podían implantar de manera obligatoria el uso de la mascarilla, sí que decidieron que su uso sea prioritario, sobre todo en los momentos de mayores aglomeraciones. Lo que no quita que, algunos de sus empleados, prescindieran de ella en algún momento. Y lo que se han encontrado los gerentes de los diferentes locales que allí prestan servicio, es que la inmensa mayoría de los clientes tampoco se ha desprendido del cubrebocas al entrar en el recinto. 

Rafael, de la pescadería, estimaba que «el 80 por ciento de los clientes venían con ella, así que nosotros tenemos que responderles con la misma medida». En el mismo negocio, Raquel no la estaba usando en el momento que charló con los redactores de La Tribuna, porque reconocía que «a veces no es necesario si se guarda la distancia adecuada», pero respaldó la postura de su compañero y del mercado en general. Además, desde el propio centro creen que deben mantener la seguridad como un gesto de «responsabilidad» ante sus clientes. Así lo transmitió Nuria, responsable de Comunicación del Mercado de Abastos: «La mayoría de nuestros clientes son muy mayores y eso nos obliga a actuar de esta manera. Queremos que sigan viniendo y que se sigan sintiendo seguros».

La mayoría de los clientes usan la mascarilla al entrar a un espacio cerrado.La mayoría de los clientes usan la mascarilla al entrar a un espacio cerrado. - Foto: David PérezOtros casos particulares relatan que mantendrán la mascarilla en su negocio por su propia salud personal. Es el caso de Ana, que regenta un local de venta de ropa en el Casco Histórico, y reconoce que una vez que sale a la calle deja de usar la mascarilla, pero que mientras esté en un local cerrado la seguirá usando porque ha notado que «los clientes vienen de la calle sin ella y no se la ponen al entrar».

Juan José es la excepción que confirma la regla. Él dirige un estanco en la ciudad y este fin de semana ya retiró los carteles que informaban sobre su uso obligatorio. Él ya ha dejado de usarlo, porque cree que es lo correcto y porque sigue protegiéndose de los clientes con una mampara de separación. En la hostelería, el denominador común es que los empleados sigan cubriendo su rostro. Mario, encargado de un local en el Casco, lo vincula a la psicología de los usuarios. «Aunque ellos no la usen, si después de meses viéndome con la mascarilla, ahora me ven sin ella, no se van a sentir seguros».

La medida que nos empujaba a la nueva normalidad ha chocado, de momento, contra una pared llamada prudencia. Habrá que ser cautos para volver a disfrutar de nuestras sonrisas.