Enrique Sánchez Lubián

En el Camino

Enrique Sánchez Lubián


Desprecio emérito

26/05/2022

No iba desencaminada la ex vicepresidenta Carmen Calvo cuando ante el pasado aumento de temperaturas tuiteó que en Sanxenxo habría un gran bochorno durante el fin de semana. Contemplar como los 'juancarlistas' han desplegado su maquinaria adulatoria en torno a la figura del rey emérito, como si en su persona no confluyesen sombras que han empañado su reinado y contribuido al desprestigio de la monarquía encarnada hoy por su hijo, enoja. Esa fotografía en la que posó haciendo con su mano la 'v' de victoria y la altivez con la que, entre risas, respondió a una periodista que de qué debía él dar explicaciones, evidencian por dónde se pasa cuantas censuras recibe y el peculiar ánimo con el que, tras meses de holganza en Abu Dabi, ha regresado a España para echar un rato con sus amigos de francachelas.
El perdón es una de las acciones más valerosas que una persona puede afrontar. Se trata de enderezar lo que se hizo mal e intentar restituir la confianza quebrada, comenzando de nuevo. Desde la óptica religiosa, el perdón aleja el pecado del pecador, aligerando su conciencia y redimiendo al creyente del peso de la culpa. Basta un 'yo me acuso', como primer paso. Aunque con la boca pequeña y tibio propósito de enmienda, visto lo visto, Juan Carlos ya lo intentó cuando lo de su caída en Botswana mientras cazaba elefantes con Corinna, ¿pero ahora?…
Más que una idea o un concepto, la ejemplaridad es una actitud, una forma de comportarse para alcanzar reconocimiento general avalado por usos y hábitos morales intachables. Quienes en estos días, desde los medios de comunicación y tribunas varias, han echado su cuarto a espadas ensalzando a Juan Carlos no han regateado elogios en favor suyo, aunque en algunos casos el babeo haya sido empalagoso. Tamaño énfasis no oculta que sin trasparencia los cantos hagiográficos desafinan. Si creen que esa es la mejor forma de cultivar su cortesanía, en vez de coadyuvar a poner luz sobre cuantas manchas persiguen al emérito, están en su derecho, pero no es inoportuno recordarles aquello que el fabulista Cayo Julio Fedro escribió hace siglos: «quien no se acomoda a las maneras del resto de los hombres, de ordinario sufre la pena de su soberbia». Y no olvidemos que la soberbia, además de excesivo agrado por la contemplación propia, conlleva desprecio y desdén hacia los demás.