Con un look diferente al del resto de los otros tres candidatos -con camisa azul remangada hasta los codos y pantalones chinos-, el secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, se arropó ayer en la Constitución española, a la que esgrimió y citó en varias ocasiones, para pedir que se cumpla en su totalidad, alejándose así de una posible imagen radical o secesionista.

Con cierto tono moderado pero incisivo cuando le interesaba, el líder morado citó hasta en una decena de ocasiones la Ley fundamental para referirse al sistema fiscal, los impuestos, el derecho al trabajo, las pensiones, el precio de la vivienda y hasta el modelo territorial de España. «Lo que pedimos es algo tan sencillo como cumplir la Constitución», alegó  como único discurso. El líder de izquierdas reclamó, entre otras medidas, hacer cumplir el artículo 31 respecto a la implantación de un «sistema retributivo justo y progresivo», el 35.1 para garantizar el trabajo y reducir al máximo la temporalidad, el 50 para crear unas pensiones «adecuadas y actualizadas con el IPC» y el 47 para «regular el precio de la vivienda», y así una y otra vez.

Pese a insistir en varias ocasiones, no consiguió Iglesias que Sánchez le contestará si pactaría un futuro Gobierno con Rivera. El presidente dio la callada por respuesta aunque es de suponer que el líder morado lo volverá a intentar en el segundo debate de hoy.

El asunto catalán y la política territorial fueron otros de los temas estrella, sin embargo, el jefe de Podemos fue muy tibio y se volvió a refugiar en la Constitución para sentenciar que esa situación «solo se va a resolver con diálogo, diálogo y diálogo», al tiempo que justificaba que España es un Estado plurinacional y negaba la utilización del 155 para solucionarlo.

En el minuto final del líder morado, que recordó a cierto anuncio de un detergente de los años 80 por aquello de busque, compare y si encuentra algo mejor..., Iglesias pidió el voto de los indecisos, demandó gobernar para cambiar las cosas y si después de cuatro años no lo hacen, «que no nos voten nunca más».