Jorge Jaramillo

Mi media Fanega

Jorge Jaramillo


Nos pierde el pánico

12/03/2022

La guerra vuelve a poner a prueba la eficiencia de la cadena agroalimentaria española ante el temor a posibles desabastecimientos que el ministro de Agricultura, Luis Planas, descarta de momento; «tenemos algunos pequeños cuellos de botella» que confía puedan solucionarse con una intervención coordinada desde Europa.

La política de racionar el aceite de girasol, obedece -en realidad- según las grandes cadenas de supermercados de Asedas, a la necesidad de dar una respuesta al 'comportamiento anómalo' detectado en el consumo, para evitar así la rotura de stock sabiendo ahora por los informativos y periódicos, que Ucrania nos vendía más de la mitad de la pipa y del aceite que la industria envasa aquí.
El MAPA intenta frenar la psicosis recordando que, en realidad, no tenemos problemas de grasas vegetales porque España es líder en aceite de oliva, por ejemplo, mientras observa cómo la presión alcanza al orujo cuya Interprofesional también ha tenido que salir al paso de los 'movimientos especulativos' asegurando que trabajan con precios cerrados hace tiempo, antes de que llegara la guerra.
Y entretanto nos acercamos al lineal por si mañana limitan también las pastas o harinas, como si se acercara el final de nuestros días y provocamos sin querer el vaciado. Ya nos ocurrió con el papel higiénico en las primeras semanas del Estado de Alarma por la pandemia cuando de forma compulsiva dejamos limpias las estanterías sin adivinar por qué faltaba un bien tan básico como ese. Después comprendimos que nuestro pánico iba más rápido que los reponedores de las tiendas.
Ahora, la crisis energética azuza comportamientos similares, quizás más comprensibles entre los ganaderos que intentan hacer acopio de trigos, maíz, cebadas o forrajes para escapar de los estacazos de precios de un mercado desbocado que marca semanalmente subidas de 25 o 40 euros por tonelada, lo que tampoco ayuda a calmar los ánimos. Ni siquiera la expectativa real de que Europa abra la importación de maíz argentino rebajando las exigencias fitosanitarias que el Parlamento Europeo apremia.
Pero el miedo es libre y la incertidumbre lógica mientras pedimos que siembren más para cubrir el boquete que han dejado en la importación los bombardeos de Odesa y Mariúpol, o los propios embargos a Putin.
Y con este ánimo Asaja reunirá el miércoles a todos los agricultores de girasol de la región para que estudien la oportunidad de apurar las tierras y esos barbechos que abandonaron por falta de rentabilidad cuando las extractoras se abastecían del barato mercado ucraniano.  
Y deseamos que acepten el reto, cueste lo que cueste, o les cueste lo que les cueste, cuando vienen reclamando desde el verano un plan de choque que sujetara el subidón de los grandes insumos mientras la Comisión Europea pedía tiempo porque en primavera se normalizarían supuestamente los mercados cortocircuitados por el coronavirus y sus variantes.
Ahora todo se complica lo que hace más urgente la intervención y la protección de ciertos bienes esenciales, estratégicos y elementales para poder arrancar un motor de riego, la abonadora o el tractor.