El líder del PP, Pablo Casado, centró gran parte de sus intervenciones en atacar al jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, con Cataluña, sobre todo con la posibilidad de que vaya a conceder indultos a los líderes independentistas que están siendo juzgados en el Supremo en el caso de que sean condenados. Sí sorprendió un poco el tono, ya que parecía que iba a ser muy agresivo. Yen ese sentido, el número uno de Ciudadanos y posible socio, Albert Rivera, lo fue más, restándole de alguna manera la iniciativa al golpear primero -el sorteo le favoreció- y más fuerte al enemigo común. 

Se le vio al palentino moderado, intentando transmitir una imagen de tranquilidad, con un rol institucional, como de presidente del Gobierno. Insistía una y otra vez en que era la única alternativa al socialista. Junto a su posible socio, con el que parecía por momentos haberse coordinado, arrinconó al socialista en su principal talón de Aquiles. 

Lo que no se esperaba era que el político barcelonés cargara contra él en el último bloque por un hipotético pacto del conservador con el PNV, mostrándole un recorte de periódico. Su cara lo decía todo. En ese momento, se revolvió Casado con rabia, echándole en cara que «esa acusación no la entienden los votantes del PP ni de Ciudadanos». Tras dejar claro que no es su adversario -«Usted tampoco», replicó el liberal-, se defendió con un ataque: «Yo no voy a pactar con el PNV, ni con Sánchez, como usted hizo en 2015». No obstante, a pesar de ese rifirrafe, nada apunta a que vaya a quebrarse una posible alianza.   

En el bloque económico y social, recordó los años de bonanza, a su juicio, con Rajoy y Aznar en el poder, y utilizó como arma la segunda legislatura de Zapatero para invocar de esta forma el fantasma de la crisis. 

Brillante en su minuto final -y también en el de inicio-, pidió «humildemente» el voto a los electores, a quienes se dirigió directamente para decirles que va a trabajar por ellos, «para ser útil a su familia» y también para «servir a España».