José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Se llama desafección. Ni más, ni menos

26/09/2022

Me gusta mucho leer a los periodistas y a los columnistas que publican sus pensamientos y opiniones en la prensa. Sobre todo, cuando quienes escriben lo hacen con fundamento y con criterio. Y me gusta más todavía que quienes escriban lo hagan como analistas y conocedores del terreno del que hablan. Por eso, me sorprendió gratamente ver hace unos días una Carta al Director en este diario de La Tribuna de Toledo firmada por un conocido y respetado profesor e investigador toledano, Fernando Martínez Gil. Aunque él no lo indica en el texto, seguramente por humildad, lo cierto es que don Fernando es Doctor en Historia Moderna y Licenciado en Antropología y Etnología de América, además de que ha sido Profesor Titular de Historia Moderna en la Facultad de Humanidades de Toledo. Por lo tanto, contar con su opinión es, al menos para mí, fundamental. 
Su extraordinario y clarificador escrito, titulado '¿Importan más los turistas que los residentes?', hace clara referencia a los interminables problemas que los toledanos del Casco sufrimos por culpa de una política local que todavía no ha encontrado la forma de armonizar a los residentes con los turistas, lo cual considero absolutamente necesario para el desarrollo de la ciudad. En concreto, la última idea del Gobierno Local viene por el cambio en la circulación del tramo que va desde la calle Descalzos hasta San Juan de los Reyes, que sorprende a don Fernando desde el momento en que el Ayuntamiento anunció la medida diciendo que se había consultado a los vecinos del barrio, puesto que ni a él ni a su familia, según manifiesta, nadie les preguntó nada. Sea como fuere, hay una afirmación suya que es cierta: los vecinos del Casco somos «esos heroicos resistentes». Resistentes de los que el Ayuntamiento sigue sin acordarse. Y ahora, después de leerlo, me planteo algunas cosas. 
¿Acaso arreglar suelos es un motivo suficiente para presumir de acordarse de los vecinos? Yo creo que no. Lo que significa verdaderamente acordarse de los vecinos del Casco es, lo primero de todo, conseguir un sistema de movilidad razonable, aunque no sea tarea fácil. Acordarse de los vecinos es arreglar las calles que no se ven, las que no salen en las fotos de los programas electorales, esas que son las más peligrosas y en cuyas casas viven personas mayores muy susceptibles de una mala caída (esa es otra, que por mucho que se hagan viviendas para jóvenes, el Casco sigue siendo inaccesible para las economías de las generaciones jóvenes de hoy). Calles, por ejemplo, como pueden ser por ejemplo las del barrio de San Miguel, que parece que solo sale en fotos cuando según qué autoridad se hace la foto en la fiesta del Gremio de Hortelanos (entidad, por cierto, de gente seria y buena que, con sus humildes recursos, se está dejando la piel en mantener la iglesia de San Miguel y que colabora como buenamente puede en dignificar su entorno). 
En cuanto a los turistas, seguimos igual. Me decían unos guías el otro día que estamos volviendo a coger el ritmo turístico anterior a la pandemia. Y yo me alegro de que sea así. No obstante, veo que seguimos cayendo en los mismos errores que en 2019. Primero: ¿por qué tenemos un Casco que muta progresivamente hacia el modelo de un parque de atracciones o de un laberinto de comercios de souvenirs? Segundo: ¿por qué los residentes del Casco, para cualquier compra, tenemos que coger necesariamente el coche en lugar de tener tiendas que satisfagan nuestras necesidades ordinarias? Tercero: ¿por qué no se plantea de cero la campaña turística de la ciudad? Porque todavía sigo esperando, igual que muchos toledanos, a ver Toledo promocionada en los medios de comunicación y en lugares de alta concurrencia como los respaldos del AVE, las revistas ¿por qué no podemos hacer de una vez por todas un modelo turístico que respete a turistas y a residentes? ¿Es que alguien todavía cree en las ciudades muertas? Creo que no. ¡Y Toledo no se vende sola! 
Tener una ciudad viva requiere un esfuerzo importante de callejear, de pasearse y perderse, de llevar una libreta en la mano y apuntar una a una todas las deficiencias que se encuentras. Pero pasearse de verdad, sin '¡Luces! ¡Cámaras! ¡Acción!'.   Lo contrario, que es la tónica de quienes hoy deciden, se llama desafección. Ni más, ni menos.