La naturaleza se abre paso en la cuarentena. Mientras los seres humanos se quedan confinados en sus casas, la flora y la fauna aprovechan para recuperar los espacios que la civilización les niega. Sin su ‘principal enemigo’, las plantas salvajes han prosperado por toda la ciudad en estos más de 40 días de encierro.
La mejor prueba de ello se puede encontrar paseando por Mas del Ribero. La también conocida como avenida ‘del colesterol’, por los frecuentes paseos, ha sido prácticamente absorbida por una frondosa maleza verde y el color amarillo de jaramagos y caléndulas. Algún cardo borriquero también ha aflorado. Nada raro en estos tiempos.
El yacimiento arqueológico de Vega Baja está completamente oculto por una capa vegetal. La caseta que aún persiste desde que comenzaran los trabajos en la zona hace trece años permanece semioculta como imperceptible recordatorio de que eso no es un descampado.
Vega Baja Salvaje - Foto: Yolanda LanchaLa senda de moreras inaugurada recientemente por el Ayuntamiento, cuyo fin era permitir el paso de los vecinos de la zona de San Pedro el Verde, está anegada por ambos flancos. Un perfecto camuflaje para los intrépidos que se atreven estos días a cruzarla. Suerte para los alérgicos el llevar mascarilla.
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Las aceras de Mas del Ribero se han transformado en improvisadas jardineras. El espectáculo visual es tremendo, pero hay que recordar que por debajo discurría un modesto carril bici que es ahora impracticable. Delante de una marquesina de autobús hay una autentica barrera natural, lo que demuestra que hace mucho que no da servicio a ningún viajero. Y frente al aparcamiento de Santa Teresa un banco está siendo devorado por las plantas. Todo son imágenes que parecen sacadas de una película posapocalíptica. Las consecuencias medioambientales de la ausencia del hombre.