Téllez convence a los morachos en la Fiesta del Olivo

Dominguín
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La terna de toreros locales no pudo triunfar por la mala condición de la corrida de toros de Santa María. El público acudió al coso portátil a apoyar a los tres toreros de la localidad que no se dejaron nada en la chistera.

Ángel Téllez toreando al natural en el quinto toro. - Foto: Dominguín

El pasado domingo Mora celebró su ya tradicional corrida de la Feria del Olivo. Es la primera vez en sus 64 años de historia que no se celebra en el vetusto coso moracho. Las malas condiciones, agravadas por el olvido y un tremendo golpe que le atestó la borrasca "Filomena" la dejaron en tan malas condiciones que no se puede a día de hoy llevar a cabo en su edificio festejos taurinos.

Como se hizo en el pasado septiembre, un coso portátil prefabricado ocupó su lugar, y hasta allí peregrinaron en torno a un millar de personas que cubrieron las tres cuartas partes de los tendidos. Blusas y pañuelos en los atuendos, suculentas meriendas y bebida que no falto a los animados tendidos que querían ver a sus tres paisanos enfrentados vestidos de luces.

Es difícil que un solo pueblo tenga en la actualidad tres matadores de toros en activo en el mismo escalafón, y en Mora se da esa circunstancia. Eugenio de Mora, Ángel Téllez e Ignacio Olmos se acartelaron con un encierro de la divisa portuguesa de Santa María, que al final dio al traste la ilusión de los espadas por agradar y triunfar en fecha tan señalada.

Eugenio de Mora quería celebrara ante sus paisanos este año 2022 en el que se cumplen 25 años como matador de toros. Pero el veterano espada se topó con un primer toro que se le coló de principio por el izquierdo, haciendo sacar a Eugenio de la chistera todos los recursos y experiencia para lidiar a su complicado animal. La templada pañosa acomodó la embestida al paso y a media altura que dejó algunos pasajes destacados donde el torero se sintió a gusto por momentos. Cuidó al burel que adolecía de poder y fuerza hasta que enterró el acero en lo alto y la presidencia le otorgó el primer trofeo del festejo.

Su segundo toro nunca debió ir a Mora. Al soltar los toros desde el camión a la plaza, no se le pudo ver la nube en el ojo izquierdo, que lo mostraba blanco completamente y con nulas posibilidades para el triunfo. Gracias a la profesionalidad de Eugenio de Mora aquello no se convirtió en una tragedia y tirando de oficio se puso delante queriendo contentar a sus paisanos. Quiso matarlo por derecho y arriba, sin aliviarse, lo que le hizo pasar en varias ocasiones ante los pitones del toro con un peligro latente. El descabelló certero hizo rodar al toro, siendo aplaudido cariñosamente por sus paisanos camino del callejón de la plaza.

Ángel Téllez estuvo bien en el comienzo a la verónica, levantando los ánimos del respetable tras un quite ceñido por chicuelinas. Tras brindas a sus paisanos le fue realizando una faena de entrega y ganas por ambos pitones. Lo más destacado lo vimos con la zurda donde tiene un filón este torero. Alardes de valor en el epilogo de la faena que fue refrendado con una estocada entera que le valió para cortar un doble trofeo.

El cuajado quinto de la tarde fue recibido con decisión por Téllez, que tuvo cambios de comportamientos hasta que llegó a la pañosa del torero. Estuvo muy importante en esta faena en la que con los talones clavados en la arena exprimió la bondad del burel. Sobre todo, sobresalieron algunos naturales largos y profundos, antes de rematar con luquecinas una faena que tenía el premio de los máximos trofeos en sus manos, pero al no acertar a la primera sólo le concedió el usía una oreja merecida. 

El más novel del cartel, Ignacio Olmos con apenas quince días de doctorado salió a por todas, sin amilanarse, toreando de capa con garbo y decisión a su primer animal. El animal cerró toda posibilidad de lucimiento a Olmos, que tuvo que poner todo de su parte, llegando esta entrega a los tendidos que le agradecieron el esfuerzo ante el mal toro, dejando su primera actuación como matador en su pueblo en palmas del respetable.

 El devenir del festejo no dejaba abiertas muchas esperanzas de que pudiese embestir para bien el toro que cerró plaza. Cuando cogió el trapo rojo en sus manos los paisanos ya pidieron al maestro de la banda "El Olivarito", pasodoble santo y seña de Mora, que al son de sus acordes, sus cantos y los lances de Ignacio Olmos le dieron cierta vistosidad a la faena. Los vecinos no le pudieron reprochar nada al novel que se justificó y dio todo lo que pudo ante tan malos mimbres con los que contó.

Al final sólo Téllez salió en volandas del coso ante una tarde que la corrida portuguesa dio al traste las ganas de los morachos de que los tres espadas abandonaran Juntos en hombros el coso portátil.