Personajes con historia - La Calderona

Amante de Felipe IV, actriz, abadesa y madre de Juan José de Austria


Antonio Pérez Henares - 27/09/2021

Madrid fue durante decenios, más de siglo y medio incluso, la capital del mundo. Lo fue como resultan ser los imperios en muchas cosas, y no solo en poder, ejércitos y territorios, sino también como foco de esplendor y atracción en el capitulo de las artes, las letras, la medicina o la moda, la de la corte española y el negro campeche, imposible de conseguir hasta entonces, que hizo furor en la época y era tan deseado como envidiado. El Siglo de Oro se asimila de inmediato a los grandes literatos y si se recapacita un instante también a los grandes pintores, pero casi siempre se olvida un asunto tan medular y diferencial del mismo como es el teatro. De lo que no cabía duda alguna es que ya desde finales del XVI y durante el siglo XVII, si Madrid era algo, era teatro, y junto a él ciudades y villas competían por alcanzarlo. España era, quizás y más que metafóricamente, puro teatro.

Había grandes autores. Ya me contarán, Lope de Vega, Quevedo o Calderón de la Barca, fueron antes que nada reputadísimos autores teatrales. La obras teatrales tenían mucho más tirón, donde iba a parar, que las novelas, que se lo pregunten sino al pobre Cervantes que siempre anduvo en cuanto a pecunio se refiere bastante tieso. El pueblo amaba al teatro, reconocía a los autores y adoraba a los actores y a las actrices, que además casi era preceptivo que cantaran. Tampoco, pongamos ahora cine, series y estrellas, ha cambiado la cosa tanto.

Aunque en otros asuntos mucho. La profesión estaba muy mal vista, pero de eso hasta ayer o hasta mañana , bastante queda. Que si disolutas costumbres, malos hábitos y peores vicios y en suma todo lo achacable a la farándula, a la que no por ello, o quizás aún más, por tal causa se les idolatraba. Entonces no había share de ese pero los corrales de comedias estaban que reventaban. Y en cuanto a permisividad resultaba que España era de lo más avanzado. Pero que mucho más que Europa, incluida incluso la propia y hasta por el costado napolitano, español por cierto, Italia. Inglaterra -los anglosajones de siempre han sido mucho mas siesos, puritanos, intolerantes, prohibidos y quemadores de brujas aunque luego le den la vuelta a base de propaganda, que los hispanos- las mujeres no podían actuar en los escenarios. Como lo leen. Y los impedimentos eran también muchos en Francia o Alemania. En España sí podían hacerlo, aunque estuviera muy mal visto e imposible en según que rangos, pero con la condición de estar casadas. Cosa que según las malas lenguas de la época, empezando por la de los mas altos literatos, que las tenían peor que nadie, se resolvía casándose una actriz por conveniencia con un actor homosexual (marión se les decían coloquialmente) y así los dos contentos, ella con la tapadera puesta podía hacer la una su vida y el otro la suya.

Juan José de Austria fue reconocido por el Rey como su hijo ilegítimo, fruto de una relación extramatrimonial con la actriz.Juan José de Austria fue reconocido por el Rey como su hijo ilegítimo, fruto de una relación extramatrimonial con la actriz.Al teatro iban todos, de plebeyos a reyes y de por medio, nobles, soldados, truhanes, artesanos y los de los pueblos cuando, aunque podía ser solo o ninguna vez en la vida, asomaban por la villa y corte. Corrales de comedias había muchos, de diferentes niveles, y dentro de ellos de variados estatutos por colocación, clase, galanes y divas, unas cuantas. Como la Calderona, y por aquellos tiempos, ninguna. Por genio, historia y vida. Lo suyo si que es un obra de enredo, amores, tristezas, tragedia y hasta enigmas que hoy perduran. De entrada por no saber no se sabe si la Calderona fue una, o fueron dos, y es la una la que se confunde con la otra y la que tuvo el hijo con el rey es la hermana, aunque eso sería aún mas difícil saberlo, pues a la Calderona la abandonaron recién nacida a la puerta de la casa de Juan Calderón, un influyente empresario teatral, que la adoptó como propia y le dio su apellido y apodo luego, la Calderona. Su nombre es ya un primer enigma, pues parece haber dos mujeres con el mismo apellido y en el mismo lugar y tiempo que tenían tal profesión identificadas la una como María y la otra como Juana. Eran la misma o dos historias entremezcladas y hermanas, aunque fueran de progenitor desconocido y quizás el mismo padre adoptivo. El testimonio más solvente y cercano en el tiempo es un escrito titulado Genealogia, origen y vida de los comediantes de España, publicado a principios de 1700, que señala la existencia de dos actrices así conocidas y da algunos datos que cuadran del todo con lo que ha podido después documentarse. Una, de quien no da nombre pero a quien otorga en exclusiva el apodo, la Calderona, fue la madre de Don Juan (José) de Austria, y luego que parió la puso en un convento de un lugar de la Alcarria el Rey Phelipe IV en donde murió abadesa. Y otra, también gozó de celebridad en el mismo oficio y a quien señala como hermana, María Calderón, que «acabó sus días miserablemente».

 

Levantaba pasiones

Sí se sabe a ciencia documentada que la Calderona nació alrededor del 1611, que comenzó a pisar desde niña los escenarios y que tuvo muy pronto un extraordinario éxito. De hecho, una de la canciones y bailes que interpretaba le proporcionó un segundo apodo: Marizápalos. A los 16 años era ya una celebridad y levantaba pasiones. Entre ellas la del Rey, Felipe IV, que la vio primero actuar en una función pública a la que asistió, era muy aficionado a hacerlo y no fue la única actriz con la que tuvo tratos carnales, en el Corral de la Cruz, luego la invitó a actuar en palacio, la hizo su amante, la retiró en gran medida de los escenarios y al cabo de un par de años tuvo un hijo de ella.

De su vida anterior aún se conoce menos, pero hay una larguísima ristra de rumorología, sátiras, chismes y leyendas. Que estaba ya casada, aunque el marido en realidad era un marión, en boda de conveniencia y sin convivencia, y que había tenido ya una larga lista de muy sonoros amantes entre los que destacaba Ramiro Núñez de Guzmán, II duque de Medina de las Torres, viudo de la hija del muy poderoso Conde-Duque de Olivares, y que una copla popular metía también en danza. «Un fraile, y una Corona, / un Duque, y un Cartelista / anduvieron en la lista / de la bella Calderota».

Favorita del monarca

Sí parece probado que el Rey la agasajó con tales deferencias y honores que puso a la reina, Isabel de Borbón, de uñas, y que en esta ocasión le llamó a capítulo al ver que su augusto esposo exhibía a su amante, pues le cedió un palco de máxima distinción y visibilidad en la mismísima Plaza Mayor de Madrid para asistir a las festividades y espectáculos. Logró que, al menos, la cambiaran de sitió por uno algo más discreto, pero no valió de mucho ya que el nuevo se hizo famoso y el personal muy contento de tener comidilla lo bautizó como balcón de Marizápalos en honor a su canción y baile mas famosos, antes de que el Monarca la retirara. Que lo hizo del todo y de la vía publica al tener el niño.

Felipe IV, gran aficionado al teatro, tuvo más de una amante artista y una treintena de hijos bastardos.Felipe IV, gran aficionado al teatro, tuvo más de una amante artista y una treintena de hijos bastardos.Que es una de las pocas cosas, el nacimiento del crío, de lo que no hay duda, pues el bastardo real, nacido el 7 de abril de 1629 en la calle de Leganitos (Madrid) fue bautizado como Juan José y se conserva su partida de bautismo en la Iglesia de San Justo y Pastor de 21 de abril, sin mención a progenitores y con la referencia de «hijo de la tierra». Que era del Rey y que a este, a pesar de haber tenido una treintena de tal condición, lo separó de inmediato de la madre, y fue el único reconocido -un otro al que también reconoció falleció siendo un niño- como vástago real y como tal gozó de educación, titulo y tratamiento de alteza acorde con su rango. De hecho sería parte activa en la posterior historia de España alcanzando los puestos más relevantes del reino y participando en los avatares del entonces ya declinante pero todavía muy poderoso, donde no tuvo mal papel y si fue para muchos esperanza pues el único vástago legitimo que le quedo a Felipe IV vivo fue el desdichado y muy mermado Carlos II.

Para ella aquello fue el fin de su carrera como actriz, donde había alcanzado la cota de popularidad más alta, según atestigua el propio Lope de Vega, quien dejó anotado en una carta suya a su amigo y protector Luis Fernández de Córdoba y Cardona, duque de Sessa, la participación de la Calderona en los autos del Corpus en Madrid, en junio de 1628, y que ofrece ademas el nombre de otra famosa actriz de la época, María de Córdoba, Amarilis. Tras el parto y casi sin solución de continuidad, el Rey la metió en un convento y para ello buscó uno bien retirado, el de Valfermoso de las Monjas en el valle del río Badiel, en la Alcarria de Guadalajara, actual termino de Algercilla. Había sido fundado por un rico matrimonio de Atienza y poblado por monjas francesas de la orden benedictina a finales del siglo XII. Es el más antiguo de la provincia y lo encabezó la abadesa Doña Nobila. El monasterio siempre gozó del favor real, comenzando por Alfonso VIII el de las Navas, Monarca que apoyó su fundación y que Felipe IV incrementaría e incluso daría el título de real para que albergara allí a su examante, que profesó como novicia el mimo año del parto y alcanzo el grado de abadesa en 1633. Como tal, según la versión más oficial murió al cabo de solo tres años, en 1636.

 

Posible fuga

Pues amén de que el monasterio se convirtió en pasto de todo tipo de habladurías y desde luego hubo mucho más trasiego en él que en lo que venía a ser un convento de monjas, siendo muy mentadas las visitas por su vistosidad y apariencias por los labriegos de la zona. La leyenda final a la muerte de la famosa actriz es que esta, suele pasar, no estaba muerta sino que se había fugado y, dirigiéndose a Valencia por tierras de mucha fragosidad y boscaje, le llevó a aquella zona a ser conocida como sierra de la Calderona.

Esa una, la otra y aquí hay algo más que una leyenda, es que la otra, ella misma, su hermana o quien fuere, había seguido actuando en Madrid y allí continuado con su vida en tablas y amoríos y que había tenido muy mal final, aunque muchos años más tarde que la primera, en 1667, pues un registro de actores, y este también es dato fehaciente, da prueba de ayudas a una actriz llamada María Calderón «a la que se sustenta pues se encuentra enferma y en extrema pobreza».

Ese es el misterio final de la Calderona, de la una o de las dos, o vaya usted a saber la que fuera, pero en cualquier caso vida de teatro, de misterio y de enredo. Y que no solo la perseguiría a ella sino también a su hijo, figura muy señera después de la Historia de España, pues fue el único soporte de su propia estirpe que el Rey Felipe IV tuvo en su reinado. Y por ahí es por donde lo atacaron, tanto al padre como al hijo, sus enemigos. Y no podía ser otro el ataque que el de negar la paternidad misma y atribuírsela por donde más pudiera doler. O sea por el duque, yerno del conde duque de Olivares, de quien se la suponía también amante y que sería el verdadero padre de la criatura. Rumores que crecieron como la espuma tras el total reconocimiento tras haber pasado el muchacho su infancia en León y haber sido educado por el poeta Luis de Ulloa, ¡qué cosas! gran amigo del Olivares lo que venía muy bien para urdir la presunta autoría paternal al yerno y que le perseguirían toda su vida, fuera virrey en Nápoles o en Flandes.

Uno de los anónimos pero muy bien aparejados opúsculos contra él, señalando que «así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán -el duque de medina de las Torres, yerno del valido conde Duque de Olivares- semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original».

No parece que la insidia tuviera mucho recorrido, pues el Rey Felipe IV sí tuvo siempre certeza de que el niño era hijo suyo y tras introducirlo ya en la corte en el año 1642, no dejo de procurarle todas las atenciones. De hecho, se estableció para él el tratamiento de «hijo del rey» y de Alteza. Tuvo desde muy joven altísimas responsabilidades que procuro solventar de la mejor manera y donde consiguió importantes éxitos. Su actuación en Nápoles, con revueltas y conspiraciones francesas para apropiárselo, supuso un triunfo aunque puede también decirse que mas merced a los veteranos consejeros que le apoyaron. Pero consiguió sus propósitos.

Y en Flandes, aunque en las peores condiciones y cada vez más acosados los españoles por coaliciones de todo tipo encabezadas por los franceses, se mantuvo durante mucho tiempo el tipo y hasta se consiguieron resonantes éxitos, aunque a la postre sobreviviera la derrota y el tener que pedir por vez primera firmar una paz donde hubo que hacer muchas cesiones y renuncia.

De hecho, Juan José de Austria figuró entre las posibilidades de ser, sino Rey, su condición bastarda se lo impedía, aunque hasta hubo cabeza por la que paso tal solución, quien llevara las riendas de la situación y de la sucesión al trono contra la Reina regente y viuda de Felipe IV. Fue, de hecho, la cabeza visible y reconocida de la oposición a ella, pero finalmente esta se impuso.

Pero no deja de resultar ciertamente reseñable que otro hijo bastardo, el anterior y mucho más mentado y con cualidades y esplendor sin duda mayores, había sido Juan de Austria, a quien se parangonaba incluso en el nombre y fuera visto por muchos como una alternativa o al menos un contrapoder a la deriva de la corona. El hijo de la Calderona.