Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


El feo Piqué

21/04/2022

Ayer mismo se publicó en el Boletín Oficial de Estado (BOE) el Real Decreto 286/2022, de 19 de abril, por el que se modifica la obligatoriedad del uso de mascarillas que venían ocultándonos el rostro durante tantos meses. Las mascarillas han sido, sin duda, solución efectiva contra la pandemia, pero también, sobre todo, remedio y apaño contra la fealdad.
Dicen los psicólogos que las mascarillas nos hacen parecer más atractivos, que el cerebro nos hace imaginar la parte de la cara tapada a partir de nuestro propio recuerdo y de la simetría, que se trata de un efecto visual que nos hace imaginar la parte de la cara de la otra persona que no vemos. Tienen razón, pero lo cierto es que, a parte de la imaginación, la mascarilla ha sido el refugio de los feos, han tapado narices prominentes y torcidas, acné, arrugas, bocas muesas, labios demasiado finos o dientes torcidos.
La fealdad se ha liberado y ha venido a desintegrar aquella cohesión social conseguida de sensaciones identitarias compartidas. Ha sido quitarse la mascarilla y uno se siente como si fuera desnudo por la calle, añorando aquel refugio desde donde se observaba la realidad del mundo con rostros uniformados e iguales.
Pero la general percepción dismórfica de los rostros no debe desanimarnos. El reencuentro con la realidad más palpable debe animarnos a trabajar nuestra propia percepción y autoestima. No olvidemos que para Aristóteles «la belleza no se relaciona con lo que es agradable a los sentidos, porque la belleza es objeto de contemplación y no de deseo». Lo que es bello nos gusta precisamente porque es bueno, es decir, lo bello es lo bueno. La belleza depende en gran parte del observador, de su percepción interior y de su consciencia limpia, es una actitud ante la vida que profundiza en el interior del ser humano, que surge en esa eterna dualidad entre el bien y el mal y que sirve para mostrar la personalidad de cada uno. «La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla», dice David Hume.
Los peores son los feos guapos, los guapitos de cara que en el fondo son unos golfos. Todavía no se ha inventado la mascarilla que oculte esa fealdad.  Es el caso, a modo de ejemplo, de Gerard Piqué que, con Luis Rubiales, manejaron todos los cables posibles para conseguir el traslado de la Supercopa de España a Arabia Saudí y llevarse a cambio una copiosa comisión en millones de euros. Ahí tenemos a este paladín del secesionismo de Cataluña, incluso pidiendo recurrir a Juan Carlos I para que les ayudara a firmar el contrato con el régimen saudí, mientras que el 28 de septiembre de 2017, horas antes del Referéndum catalán dijo: «Desde hoy y hasta el domingo, expresémonos pacíficamente. No les demos ninguna excusa. Es lo que quieren. Votaremos».