Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Comisionistas

18/04/2022

Lo que antaño se conocía con el expresivo y contundente 'poner el cazo', hoy, por aquello de la proliferación entre las elites, ha pasado a denominarse 'comisionismo'. ¿Quién no se acuerda del gesto de protesta airada del señor Urdangarín cuando el juez lo acusó de 'comisionista'?
El ideal del buen comisionista es 'pegar el pelotazo', cuanto mayor, mejor, como le ocurre al jugador de lo que sea. El buen comisionista, por lo demás, es un tipo con escasos escrúpulos, un tipo para quien lo esencial es el fin y, para ello, como Maquiavelo, no repara en los medios; un tipo despierto, vivo, descarado, que huele bien, viste mejor y vive de puta madre; un tipo cuyo ideal es sobrepasar la barrera del sonido y de ese modo, planear como el buitre a su antojo, sin miedo a que la Justicia lo alcance con sus dardos; un tipo que en su vida le ha pegado un palo al agua y para quien lo esencial es el glamour, las relaciones y la ostentación. Un tipo, en definitiva, sin escrúpulos y siempre al acecho de lo que le pueda proporcionar un suculento botín con el menor gasto posible. O sea, un cáncer social.
Y, como está a la que salta, bien pronto advirtió, nada más estallar la pandemia, en febrero de 2020, que las ansiadas y más bien escasas mascarillas podrían resultar un objeto de deseo del que podrían extraer pingues beneficios. Y, como la tentación era muy fuerte,  no se lo pensó dos veces. Lo esencial era disponer de algún apoyo o contacto en el sanedrín de los poderosos de turno. Y así empezó la triste historia del hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, doña Isabel Ayuso, con su faz de no haber roto un plato en su vida. Tan lamentable historia, que por todos los medios habidos y por haber, tuvo un desenlace inaudito que no hace falta repetir, como fue la caída de Pablo Casado, desaparecido como por ensalmo de la escena política, y sustituido por Alberto Núñez Feijóo (de nuevo Galicia salvadora).
Pero está claro que, ahora que están a punto de caer las mascarillas, van a empezar a caer, por aquello del efecto dominó, las máscaras. El nuevo caso tiene más enjundia que el del empresario Ayuso, hasta el punto de haber proporcionado a don Luis Medina, hermano del actual Duque de Feria, y a su socio Alberto Luceño, presuntamente, claro está, unas comisiones millonarias –de hasta seis millones de euros– en la adquisición de material sanitario para la ciudad de Madrid durante la primera oleada de la pandemia. La querella de la Fiscalía Anticorrupción, admitida a trámite el pasado 7 de abril por el Juez de Instrucción número 47 de Madrid, tiene muy mala pinta, por más que don Luis y don Alberto pasaran durante meses por dos benefactores de los madrileños, en un momento en que, por imprevisión, el personal sanitario tuvo que servirse incluso de bolsas de plástico, con lo que ello conllevó.
Lo que los madrileños ignoraban es que don Luis Medina había contactado con el Consistorio de la capital, aprovechando su condición de personaje público y «su amistad con un familiar del alcalde de Madrid» –extremo que, lógicamente, se apresuró a desmentir la Alcaldía–, para, en un ejercicio de prestidigitación, pegar un pelotazo digno del hermano de un duque. Y es que, de acuerdo con los datos del Ministerio Público, las comisiones que estos dos caballeros se embolsaron fueron del 60 por ciento para las mascarillas, del 71 para los tests, y del 81 por ciento para los guantes. De hecho, el precio de las mascarillas se infló, según Anticorrupción, 'artificialmente' hasta situarse en 148% por encima.
Considera, por lo demás, el juez que los investigados se apresuraron a blanquear los seis millones del ala con coches de alta gama (Ferrari, Lamborghini, etc.), relojes de lujo, un yate y una vivienda con tres plazas de garaje (cosa lógica) en Pozuelo de Alarcón, valorada en más de un millón de euros. La polvisca está servida y apostaría cualquier cosa a que esto sólo va a ser el principio de otra cadena de escándalos de parecida índole. Y es que, insisto, la tentación era demasiado fuerte para no meter la mano. Para lo que han quedado los hermanos de los duques…. Triste época.