Curanderismo y hechicería en la provincia de Toledo (VII)

José García Cano*
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Aparece en el archivo de la Inquisición otro proceso abierto a un clérigo de Madridejos llamado Juan Fernández acusado de realizar curaciones supersticiosas en 1604

Madridejos a principios del siglo XX. - Foto: Archivo Wunderlich IPCE Ministerio de Cultura y De

Retomamos el caso con el que terminamos la anterior entrega de la semana pasada, en la que hablábamos de las hijas de Inés Cacha, es decir Inés y María Esteban, conocida esta última como la Acicata, cuyos testimonios quedaron reflejados en un proceso inquisitorial de 1697, ya que fueron acusadas (igual que su madre) de hechiceras. Ambas hermanas eran temidas en todo Madridejos por sus capacidades para ligar a los hombres de la comarca. Así se confirmó con el caso de un vecino llamado José Sánchez, el cual cierto día acudió al médico después de sentirse indispuesto; el médico le diagnosticó -ahí es nada- que estaba 'hechizado y ligado' y después le acompañó a su casa; ambos comprobaron que debajo de la cama se encontraban unas tijeras clavadas por las puntas, señal inequívoca de que le habían echado un hechizo. Los dos hombres sospecharon de las hermanas Esteban y por tanto fueron a preguntarles directamente qué ocurría y como se podía curar a José; ambas dos realizaron un método para curarle que consistía en lo siguiente: había que matar una gallina negra en la iglesia de San Salvador y colocarla después en una pila de agua bendita. El hombre ligado debía llevar un daga o espada con una vara de colonia de color encarnado atada a la punta y si al sacar la gallina se caía la colonia, el maleficio quedaba roto definitivamente. Como pueden imaginar el pobre vecino siguió mal y por tanto decidió acudir a otra hechicera, esta vez de la cercana población de Herencia llamada Ana Carretero, la cual era vox populi que curaba la impotencia con la sencilla fórmula de ingerir bebidas calientes que ella preparaba, pero sorprendentemente cuando vio a este pobre hombre le aseguró que su caso no tenía cura y que jamás podría volver a estar con una mujer.

Aparece en el archivo de la inquisición otro proceso abierto a un clérigo de Madridejos llamado Juan Fernández acusado de realizar curaciones supersticiosas en 1604. Poco después y concretamente en 1635 tenemos otro proceso de hechicería abierto a Ana Triviño también por hechicera y uno más datado en 1668 con Águeda Rodríguez como protagonista, mujer viuda de Francisco de la Fuente a la cual se la acusó de supersticiosa y posible pacto con el diablo. La madridejense Mari Fernández tenía un curioso sistema para hacer que regresaran los amantes a casa de sus parejas y consistía en encender tres candelas durante nueve noches: una para Nuestra Señora, otra para San Juan y la tercera para San Pedro y si la última que se consumía era la de San Juan, el hombre volvería raudo y veloz al hogar de su pareja. Mari también realizaba habitualmente otro hechizo para enamorar a los hombres que consistía en coger un ave y meterla en una olla (sin quitarle las plumas), enterrando luego la olla en un basurero. Pasado un tiempo y cuando el ave se hubiese podrido la desenterraba y llevaba los huesos a algún arroyo cercano, tirándolos al agua; el primer hueso que se hundiese luego lo recogía y debía pasarlo por las carnes del mozo que quería enamorar.

Interesante fue el caso de otra vecina de Madridejos llamada Ana Rodríguez beata de Nuestra Señora del Carmen, la cual puso en un apuro a un joven fraile llamado fray Bernardo de Consuegra, al que llevó a una apartada ermita donde le retuvo varios días, realizando ambos determinadas actividades que no eran precisamente religiosas. Ante la ausencia del fraile acudieron otros dos compañeros que se le llevaron al convento ya que el pobre necesitaba coger fuerzas y descansar después del agotamiento que llevaba encima. Pero no quedaron ahí las conquistas de Ana Rodríguez, ya que a ella acudió una vecina de Madridejos cuyo esposo llamado Manuel Moreno había prometido un buen día guardar castidad; lógicamente a la esposa no le pareció bien el deseo de su marido de no cumplir con el matrimonio y por ello pidió ayuda a Ana. Es cierto que la beata no usó de hechizos mágicos ni fórmulas extrañas, si no que llamó a Manuel y comenzó a manosearle y a acariciarle, afirmando que él era su 'hijo espiritual' a lo cual el hombre olvidó su promesa y se dejó llevar por la situación… Al intervenir la inquisición y procesar a Ana, no vio muchos delitos de Fe, y entendió que se trabaja de un caso de lujuria desatada lo cual no era un pecado castigado por el Santo Oficio.

Es cierto que no todos los procesos que abrió la inquisición en Madridejos fueron motivados por cuestiones hechiceriles pues una tal Elvira del Campo, esposa del escribano Alonso de Moya estuvo judaizando a escondidas de su marido, cosa extraña ya que el marido debía haber notado algo raro, pues Elvira utilizaba diferentes platos, ollas y sartenes al resto de la familia, menaje que no dejaba que nadie tocara. Con ellos preparaba la famosa adafina, un guiso judío en el echaba seis huevos cocidos, agua, aceite, hierbabuena y especias. Elvira fue denunciada y puesta en el tormento, confesando entonces que judaizaba y que su pobre marido no sabía nada del asunto. Tengamos en cuenta que uno de los delitos más buscados y castigados por la inquisición fue el de judaizar, pues desde finales del siglo XV y hasta bien metidos en el XVI abundaron este tipo de procesos en todo el territorio nacional.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.